Las políticas demagógicas, tienen la memoria corta. A menudo oímos en los rifirrafes parlamentarios a determinados políticos que acusan al adversario de pecados que ellos mismos cometieron en el pasado y además lo hacen sin sonrojarse mínimamente. La calidad de opinión de los políticos tendría que ser exigible por una sociedad que no es imbécil y que tiene memoria, que se merece argumentos con razones fundamentadas y coherentes. El politiqueo actual de algunos portavoces parlamentarios es visiblemente demagógico y agraviante. Opinar se puede opinar, sobre cualquier argumento, para eso está la libertad de expresión, lo que no se puede admitir es el hostigamiento, la difamación, el escarnio y la tontería. Muchos con tal de regalar un titular a la prensa del día siguiente son capaces de decir las barbaridades más absurdas. Y cierta prensa y ciertas televisiones con tal de llamar la atención de las audiencias incendian la opinión pública con esas declaraciones que terminan por hartar a los sensatos y calentar a los radicales de todos los bandos. Guerra mediática que es rentable para el poder político, porque el periodismo no está llamado a presentarse a elecciones; guerras que chupan energía a la sociedad y que distraen la atención de los temas que son realmente importantes. Desgraciadamente la política demagógica desde siempre suele encontrar en la confrontación el combustible para mantenerse o alcanzar el poder. En cuanto a la prensa, parece que en algunos casos, a medida que disminuyen los lectores aumenta la influencia de ciertos intereses políticos. Es cada día más difícil encontrar ese periodismo que sabe integrar lo importante y verdadero con lo atractivo. Hay días en que el panorama de la actualidad es sencillamente una tragicomedia. A crear esta situación también colaboran las redes sociales, que si bien han aportado un cambio trascendental en la sociedad, superando el monologo de pocos y haciendo que todos podamos ser emisores de mensajes, la realidad es que la redes sociales a menudo se convierten en una especie de vertedero sucio e incendiario que con ciento cuarenta caracteres infectan el espacio mediático de pestilencia dañina. Los ciudadanos tienen necesidad de espacios seguros y confiables donde poder pararse y obtener información de calidad. Es decir, de prensa independiente.