Ayer noche vi una película, de estas que aparentemente no contienen ni conflictos, ni dramas, ni catástrofes; de esas que no te ponen en crisis, que no asustan, diría inofensiva. Una de esas películas que te regala durante hora y media una banda sonora de violines y suspiros. Era sencillamente una comedia sentimental, de las que llamamos comúnmente “una comedia americana”. La trama no tenía muchas complicaciones y lo que venía a decir es que, por amor a una mujer, un hombre es capaz de hacer locuras, de echarse a sí mismo de lado con tal de agasajarla, de gustarle y, finalmente, conquistarla. Sin duda son las cosas del amor, alguno dirá que es mejor un amor prudente; pero, como transmitía la película, yo opino que es preferible amar locamente a carecer de todo amor. Hasta San Agustín lo decía: “La medida del amor es amar sin medida”.
Pero ahí está el riesgo: amar duele. Es como entregarse a ser desollado y saber que en cualquier momento la otra persona podría irse llevándose tu piel. Así de crudo lo ponía Susan Sontag. La película hablaba de amor pero la reflexión se podía llevar a otros terrenos.
La abstracción que hice después, dejando atrás la trama, es que en ocasiones también se puede anular la propia persona por conseguir un momento de gloria, una labor o uno status y convertirse en lo que los demás quieran con tal de conseguirlo. Es, probablemente, una de las muchas paradojas que la vida tiene.
Hay quien entiende que en la vida vale la pena arriesgarse por conseguir algo valioso, por conseguir algo que se crea acertado conquistar y en ese camino se sabe que se alternan momentos dolorosos, mustios, optimistas o desastrosos y a veces hasta se sufre la tremenda tentación de perder incluso la vergüenza por obtenerlo. La esperanza siempre acompaña y a menudo es la obligatoria fortaleza que empuja hacia la meta contra viento y marea. El riesgo es condición indispensable para afrontar cualquier hazaña, hasta en el amor. A veces pierdes y otras veces ganas, pero si no lo intentas de verdad lo más seguro es que te quedes en el camino. Amar es arriesgarse a que no le quieran. Esperar es arriesgarse a sentir dolor. Intentar es arriesgarse a fracasar o también a ganar. De lo que sí estoy seguro es que lo más peligroso sea en el amor que en cualquier otra experiencia es no arriesgar nada. Como decía André Gide “hay que haber vivido un poco para comprender que todo lo que se persigue en esta vida sólo se consigue arriesgando a veces lo que más se ama”.

por @mbellido

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