Son las ocho de la mañana y estoy esperando el autobús. No me suelen gustar mucho los autobuses, sobre todo cuando todas las ventanas están cerradas y la gente se tiene que apretar una con la otra para poder pasar. Me produce sensación de agobio y, después de un par de veces que has hecho el mismo trayecto, mirar por la ventanilla no tiene ningún interés.

Sin embargo, hoy es diferente. Primero porque encuentro un bonito sitio para sentarme y segundo porque, escondido en mi bolso, tengo un libro que estoy deseando empezar.

La verdad es que, desde que tengo uso de razón, me recuerdo leyendo. Al principio, los libros infantiles como los del Barco de Vapor y luego, poco a poco, fui descubriendo nuevos autores y formas de escribir.

Es fácil que me guste cualquier tipo de libro, porque me encanta que me cuenten historias.

Suelo sentirme identificada con los personajes y río y lloro con facilidad cuando estoy inmersa en una buena novela.

Por eso no leo libros de terror, lo paso demasiado mal…

Sin embargo, el libro de hoy tiene algo especial. Porque mientras lo estoy leyendo me siento realmente dentro de la historia o mejor dicho, siento que es el libro el que está dentro de mi.

En este mundo tan individualista en el que vivimos, pocas veces nos topamos con personas que llegan a conocernos por completo y mucho menos a entendernos, pero allí, delante de tus ojos, te encuentras con una historia que describe a la perfección como ves tú el mundo y que expresa, de forma mucho más acertada que tú, tus propios sentimientos.

Hay muchos autores que han conseguido emocionarme o interesarme en sus relatos, sólo uno o dos han sido capaces de hacer que me viese reflejada en unas pocas líneas.

Y no puedo sentir más que gratitud por ellos, como se sentiría por un amigo que te ha escuchado, te ha entendido y te ha dicho justamente lo que necesitabas oír.

No sé si alguna vez os habéis sentido así, si no, merece la pena seguir buscando hasta encontrar vuestra historia porque, en mi opinión, es una de las mejores formas de conocerse a sí mismo y ya, de paso, alejar la soledad.

Gloria Bellido

por @mbellido

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