A principios de este año, se nos pedía por parte de AGENDA un análisis sobre las perspectivas que en 2011 contemplábamos para el colectivo de autónomos; era, a la vez, un compendio de deseos y de demandas respecto a lo que considerábamos justo para el colectivo, que por ende lograría una mejora en la difícil situación que atravesamos. Y si bien no ha terminado el año, estos diez meses transcurridos nos permiten hacer un examen bastante acertado de lo que ha cambiado, de lo que sigue igual, y de lo que esperamos y -por qué no decirlo- tememos. Es un año, y de ahí el título de este artículo, de sabores agridulces, con motivos para la esperanza pero sin perder la realidad: es una elección entre, como se dice coloquialmente, ver el vaso medio lleno o medio vacío.

Si nos atenemos a la frialdad de los datos, encontramos que a 30 de septiembre la cifra de autónomos registrados en Andalucía arroja un saldo positivo de 1.586 personas respecto a las que figuraban a comienzos de año; abundando en ese aspecto, debemos reseñar que en la misma fecha del año anterior, se habían perdido 3.888 activos, lo cual viene a decir que en los tres primeros trimestres de 2011, se han ganado 5.474 autónomos a la crisis. Pero toda moneda tiene dos caras, y en el lado negativo de la balanza debemos asimismo ver que tras un ascenso importante hasta junio, en el tercer trimestre se han acumulado 2.255 bajas netas, repitiéndose además el mismo comportamiento que el año anterior: subida desde febrero (tras un enero desolador) hasta junio, y caída posterior; si este patrón se calca, los últimos meses de 2011 traerán malas noticias, puesto que en el año anterior se sumaron pérdidas en todos ellos; haciendo una estimación, esto significaría que este año acabará con un descenso absoluto de entre 1.000 y 1.500 autónomos en los registros oficiales.

¿Ser positivos o negativos, por tanto? Abundando en la primera filosofía, añadamos que en los meses con saldo positivo, se han sumado más del doble de altas que el año pasado, y que si se cumple la previsión antes expuesta, se habrán perdido cinco veces menos autónomos en 2011 que en 2010; si nos decantamos por el vaso vacío, podremos pensar que seguimos perdiendo en números absolutos, o que las cifras son menores porque ya no hay más de donde perder; así, la construcción ha registrado desde el comienzo de la crisis (junio 2008) un recorte del 80% de afiliados en el RETA.

Cambiando de óptica, y basándonos en la política, seguiremos igualmente considerando la posibilidad de ver las cosas desde una doble perspectiva positiva-negativa: en el primer caso, el proyecto de Ley que se debate en el Parlamento de Andalucía sobre el trabajo autónomo, y que será la Ley que nos regule en la Comunidad, ofrece la noticia de que nuestros gobernantes empiezan a valorar la importancia del colectivo de trabajadores por cuenta propia, tanto a nivel económico como social; a menudo nos hemos quejado, y no sin falta de razón, del abandono al que estábamos sometidos tanto por las administraciones públicas como por otros interlocutores sociales; las primeras no valoraban nuestra decisiva influencia en la economía española, y los segundos no nos reconocían como tales, quizás por miedo a perder terreno en la reivindicación de derechos de los trabajadores, aunque fuesen de un estrato laboral diferente. En común, y como fondo del problema, se hallaba un gran desconocimiento de nuestro colectivo.

Sin duda, el Estatuto del Trabajo Autónomo de 2007 supuso un punto de inflexión que nos hizo salir a la luz en muchos aspectos, empezando por el de los derechos como parte del sistema productivo. Pero es también cierto, y lógico, que las ideas preconcebidas no cambiasen de un día para otro: estos cuatro años están suponiendo una lucha constante por ocupar el espacio que, aunque en el papel ya se nos reconoce, en la realidad diaria sigue distando mucho de lo que demandamos y merecemos. Por contra, y pesando bastante en el fiel negativo, nos encontramos con que esta Ley saldría adelante sin habernos consultado a los afectados por la misma. Después de avances en forma de reuniones para saber qué demandábamos, podría darse el caso de que se decidirá el articulado, qué regulará, qué intenciones tendrá… pero sin habernos oído. Así pues, ha sido un año que se puede juzgar desde distintas percepciones, y que como diría Campoamor, dependerá del cristal con que se mire. El nuestro, en UPTA Andalucía, es el de seguir luchando para afianzar lo positivo, y ser capaces de cambiar lo que entendemos injusto.
Isidoro Romero de la Osa, Secretario General de UPTA Andalucía

por @mbellido

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