Me pregunto a menudo por qué vivo desde hace años casi siempre sumergido en la actualidad política, económica y social sin esperanza de “recreos” y de momentos de ocio y desocupación informativa. Quizás podría responderme sencillamente que esto forma parte de mi trabajo. Sin embargo, creo que no es sólo deformación profesional, hay algo más, relacionado con la propia vocación. Me pasa siempre, aunque me vaya de viaje o me tome unos días de vacaciones, la actualidad me persigue y la sana curiosidad me alimenta. Me ha pasado este verano, en el pueblecillo más perdido de la sierra, en la playa, o en otra ciudad europea, sentado en la terraza de un bar… da igual, no hay tregua, siempre había alguien que me hacía un comentario o me preguntaba mi opinión sobre alguna noticia aparecida en la portada del diario local. Y yo entraba al trapo y respondía, casi con la obligación del que tiene adjudicado ese papel.

Me gusta escribir, buscar palabras, crear y transmitir emociones. Me siento escritor y eso, en definitiva, significa para mí hacer soñar. Una vez alguien me dijo que la sociedad actual no tiene necesidad de historias, que existen problemas más urgente y vitales y yo le respondí que por eso me gustaba meter la nariz en política, bioética, deporte, ecología y en cualquier tema que se terciara, ya que en el fondo todo lo que sucede tiene siempre un protagonista, un desarrollo y por tanto esconde una historia y, al leerla, la gente saca sus conclusiones y su moraleja. En otros foros también opino. Todos podemos tomar posiciones sobre cualquier argumento y en cierto modo diría que casi tenemos la obligación de hacerlo, como personas libres que somos. Pero es verdad que existe una gran diferencia entre lo que se opina en privado y lo que se opina en público, lo que digo entre amigos y lo que escribo en la prensa. La diferencia está en la responsabilidad que tenemos los periodistas de opinar basándonos no en sentimientos sino en informaciones veraces y contrastadas y teniendo en cuenta el interés general.

No siempre se hace. Pongo un ejemplo muy sencillo. Sucedió el pasado mes de julio. España triunfaba ante Alemania. Todas las radios y televisiones abrían portadas e informativos con la noticia. Sin embargo, el triunfo de la selección iba relegado en los bo­le­tines informativos de IB3, la radio pública de las islas Baleares, como no­ticia de cola. Los integrantes de los servicios informativos de la emisora, cuya gestión corresponde a personas de confianza de los nacionalistas del Bloc-PSM-IU, probablemente recibieron órdenes para que no abrieran los espacios de noticias con las referencias a la actualidad de la Selección Española. La prioridad para un medio de comunicación a la hora de buscar la posición de la noticia la debería condicionar sólo el interés general, no la ideología del Medio. De estos ejemplos podríamos citar bastantes. Investigar cuál es el interés general es uno de los deberes de quien trabaja en un medio de comunicación. También lo es el de estudiar y prepararse para mejor informar. Obligación y compromiso necesarios para no jugarse la calidad de la información.

Tomarle el pulso a la vida social, política y económica minuto a minuto, opinar en el debate público de nuestro entorno local o nacional, tener la brújula apuntando al norte de la verdad y dar voz a los que no la tienen es una auténtica vocación. Es periodismo. Pocos quehaceres, quizás, son tan creativos, modernos y sociales. Es una suerte que el destino me concediera ejercerlo.

Manuel Bellido

por @mbellido

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