Un profesor mío decía siempre que el arte o tiene trascendencia o no es arte. El arte es un camino que se recorre de la parte al todo. Un cuadro, limitado en sus medidas y en sus formas, cuando es arte tiene la capacidad de trasladarnos a otro espacio no limitado, a un espacio infinito y relacionado con lo Eterno. El arte es también capaz de hacernos viajar de lo posible a lo imposible. La contemplación es el trámite que nos acerca a esa dimensión. Seguramente todos tenemos presente la maravillosa cúpula del Duomo de Florencia. Cuando Arnolfo di Lapo, arquitecto y escultor florentino también conocido como Arnolfo di Cambio, la proyectó más o menos en las dimensiones que presenta en la actualidad, no tenía idea de cómo se habría podido construir prácticamente. Y es que en el siglo XII nadie sabía todavía construir una cúpula de esas dimensiones. Quizás, mientras la diseñaba, tenía la certeza de que él jamás la vería construida y terminada y que otro después de él concluiría la obra. También intuiría que a este otro le habrían adjudicado la gloria y la fama. Pero a el no le importó y plasmó su inspiración. Filippo Brunelleschi fue ese otro gran artista que realizó el portentoso proyecto 120 años después. Arnolfo trabajó para la eternidad, apuntó alto y no limitó la inspiración de su creación. Los grandes artistas alimentan su espíritu con la perspectiva de alcanzar lo imposible.

El arte, en esas grandes obras, era solidario y compartido. La generosidad brillaba en quien diseñaba y en quien elaboraba. Se trabajaba en equipo y cada uno ponía lo mejor de sí mismo. En la construcción de aquellas catedrales, como la de Florencia, participaba todo el pueblo, hasta tal punto que es difícil dar el merito de una fachada o una ventana a una sola persona. Miles de artesanos trabajaron esas piedras que aún hoy conservan el esplendor y la perfección del arte más sublime.

La inspiración de un proyecto en las empresas también suele nacer de una sola persona. Si ese proyecto tiene la fortuna de caer más tarde en manos de un equipo, con metas comunes, donde cada elemento sea responsable del otro y se interrelacionen un sistema de talentos y habilidades, la garantía del éxito está asegurada. Se pasará de lo mediocremente posible a lo fantásticamente imposible. Sumar es ganar. Cuando el hombre renuncia a su capacidad de compartir, de cooperar, de obrar en conjunto, se empobrece.

Por otra parte, todos podemos ser tocados por la inspiración, ese brote de creatividad irracional e inconsciente nos puede llegar cuando menos lo esperemos. El primer paso: compartirlo. Estamos llamados a hacer grandes cosas y no me refiero solo a la grandeza de las Catedrales. Un informe bien hecho, un archivo bien ordenado, un gesto, una conversación, todo puede convertirse en una “obra de arte”, en algo perdurable y trascendente. Algo que podrá producir una interacción activa con alguien a nuestro alrededor que sentirá su beneficio.

Manuel Bellido

por @mbellido

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