Talento y humanidad han distinguido siempre a mi amigo Marcy; bailarín y coreógrafo con el que tuve ocasión en los años 70 y 80 de vivir una experiencia creativa de mucha luminosidad y fertilidad. En aquello años Marcy también dio repetidas pruebas de extraordinarias dotes interpretativas y dancísticas que a menudo se acercaban al prodigio, pero por circunstancias personales un día dejó la escena y volvió a Manila, sin añorar una carrera artística que se vislumbraba brillantísima. Inició una nueva etapa con la discreción que siempre caracterizó su vida privada.

Han pasado muchos años pero no perdemos nunca el contacto y a menudo, gracias a la red, seguimos poniendo en común nuestras experiencias actuales y nuestros recuerdos de entonces. Hoy se ha vuelto a asomar a la pantalla del ordenador para felicitarme por mi cumpleaños y ha sido la ocasión para recordar un momento muy particular de nuestra vida que coincidió con la creación y puesta en escena de una obra musical que gustó mucho a público y crítica y que se representó en muchos teatros del mundo. Trabajamos duramente para poner en pie esta obra que reflejaba por una parte la problemática juvenil del momento y por otra el deseo de rescatar a través de ideales nobles  la esperanza en esa generación.  Llenábamos cuadernos con apuntes, anotábamos frases que oíamos en el tren, en los corrillos de estudiantes en la Universidad, componíamos con el lenguaje popular y llano de la calle. A la base de ese trabajo la fuerte amistad que nos unía. Una amistad como la nuestra no pretendía, no obligaba, no condicionaba. Era una amistad basada en el sumar y en una sana confianza reciproca. Con Marcy aprendí a vivir la lealtad de la amistad y a escribir guiones. Siempre decíamos: “no tenemos que escribir lo primero que se nos ocurre, porque es muy probable que ya se le haya ocurrido a otros”.  Nos apoyábamos en experiencias reales porque queríamos que las  situaciones que planteábamos no le dieran la espalda a la realidad.   Han pasado muchos años y esa experiencia y esa amistad siguen ocupando con extrema naturalidad un lugar en la memoria y el efecto. La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos. Qué verdad es que con la verdad del pasado se puede también edificar el porvenir.

por @mbellido

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