Horas lentas y años veloces, minutos eternos y meses que vuelan. Así es el tiempo y en esta vida parece que siempre estamos confrontándonos con él. Hasta el espejo que refleja cada mañana mi cara llena de espuma blanca envejece cada día un poco más. Las flores de este jarrón también envejecieron. Envejece nuestro cuerpo y nuestra mente. Hay quien envejece fisiológicamente y quien lo hace patológicamente y es que hay tiempos morfológicos, psicológicos, funcionales y bioquímicos.
Hay tiempos de tiempos pasados, tiempos de la memoria, tiempos que no llegan y tiempos que se nos quedan cortos. Hay tiempos que huyen y tiempos que se paran, delante de un semáforo, en la parada de taxis o delante de un escaparate. Tiempos que se esconden detrás de una lágrima o de una sonrisa. Tiempos que reaparecen en nuestras vidas para pedirnos cuentas. Tiempos de enfermedad y tiempos saludables. Tiempos en soledad y tiempos en compañía.
Del pasado también resurgen tiempos que como fantasmas nos asustan para volver a desaparecer. Tiempos de pesadillas y tiempos de sueños. Tiempos envueltos en las notas de una melodía, en una canción o en un perfume. Tiempos que no coinciden. Tiempos de flores, de hojas secas y amarillas, de nieve o de frío viento. Hay tiempos cálidos de abrazos y tiempos acerbos de irritación desatada. Hay tiempos de descanso y tiempos de fatiga. Tiempos de padres y tiempos de abuelos. Tiempos de escalera y tiempos de ascensor. En un tiempo nacemos y en otro morimos. A mi amigo Tico le llegó su tiempo y se fue a vivir a un sitio donde ya no existe el tiempo. Nos dejó su música, su samba y su poesía. Nos dejó su alegría de vivir y su “coragem e habilidade de confrontarn a vida” Gracias Tico, tu tiempo fue un canto a la Vida.
El tiempo envejece, démonos prisa en pararlo. Aquí y ahora.
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