Hoy escogiendo unas fotografías de un álbum de mi último viaje a Nueva York para documentar un artículo sobre la vida en las grandes ciudades, descubro, que el origen de cada foto no es la máquina fotográfica y ni siquiera la escena observada a través de objetivo, cada fotografía que disparamos es una imagen que nace en nuestra mente. Nunca sabré definir que hace que una fotografía sea especial. Quizás es la emoción que probamos al disparar la que se cuela en la cámara reproduciéndola posteriormente en la imagen. Con esto no quiero decir que no haya que tener un cierto dominio de las reglas de composición. También tienen mucho que ver  ese sexto sentido que tienen los buenos fotógrafos de reconocer la oportunidad fotográfica y de organizar con el encuadre los elementos geométricos en su conjunto. Además las cámaras digitales han permitido acercarse al arte de fotografiar con menos pudor, sobre todo porque el inmediato feedback que nos da el revisar el resultado en la pantalla de la cámara permite valorar en el mismo instante la calidad obtenida. El  software disponible para elaborar imágenes permite además alterar y optimizar el resultado. La técnica es siempre una buena herramienta  que puede perfeccionar nuestro trabajo. Sin embargo me no renuncio a la idea de que la fotografía es sobre todo una manera de mirar e imaginar. En el fondo como decía Humberto Schejvitz, «El fotógrafo es el artista que expone su mirada».

por @mbellido

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