Vengo escribiendo en mil maneras y desde hace meses que nuestro país sigue atravesando una etapa de terrible incertidumbre que produce agobio y tristeza en la mayoría de la gente. La profunda crisis política y económica que nos golpea en los últimos dos años afecta ya a la mayor parte de la sociedad porque disloca el equilibrio de gran parte del tejido empresarial, es decir, afecta a empresarios y a trabajadores, extendiéndose de consecuencia a los ámbitos familiares. Mi amigo de la farmacia, y los camareros del bar donde desayuno y el conserje de mi edificio me preguntan a menudo que cuándo terminará la crisis. ¿Imaginarán que en el cajón de mi mesa de despacho encierro una bola de cristal a la que interrogo cada mañana sobre el futuro?
Esta incertidumbre en la calle se ve agravada por los casos de corrupción política que se asoman cada día a la escena mediática y que tienen al ciudadano de a pie perplejo por tanta barrabasada. La situación es grave, incluso al interno de las propias formaciones políticas afectadas por esos casos, donde cunde el pánico y el desconcierto por tanto despropósito. Una situación como la nuestra, con tantos millones de parados y con tantas empresas echando el cerrojazo, no se sostiene y tampoco se olvida por muchas dosis de Gadafi o Fukushima que nos regalen los telediarios.
Una situación así puede llegar a poner en peligro la estabilidad democrática y la solidez de las instituciones públicas, con consecuencias inimaginables. Y encima muchos políticos por su inmovilidad y miopía no hacen otra cosa que empeorar las circunstancias. Pobre gentuza, sin un mínimo de sensibilidad y coherencia, que con su presencia en las instituciones rebajan la dignidad de la política.
Muchas familias sin trabajo ven la situación como quien vive tocado de una enfermedad crónica. En numerosos hogares falta lo básico y la situación, en muchos casos desesperada, pone a mucha gente frente a un futuro lleno de riesgos.
Egoísmo insolidario el de ese político que vive en la Moncloa, preocupado por seguir soñando con el cuento de hadas del poder y embadurnando la escena política con sus experimentos y avatares de su sucesión en lugar de irse. En las filas de su partido se le da por amortizado y la esperanza que sustenta a sus militantes, sumidos en la incertidumbre del qué pasará, es la de abrazar a IU en las capitales y en las Autonomías para seguir conservando el poder y, de paso, el puesto de “trabajo”.
Con este desmadre, con la corrupción y relativa impunidad y ante la falta de líderes políticos que sustituyan a los actuales, sabiendo ilusionar y ofreciendo al mismo tiempo austeridad, equidad y trabajo, se corre el riesgo de que se generalice la indiferencia social y la gente pase de la política. Veremos cuántas personas se quedarán en casa en las elecciones municipales.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com