Se habla de post Covid 19, se habla de recuperación, se habla de volver poco a poco a la normalidad, pero es difícil no pensar que la familia será de nuevo la institución social que mayor carga tendrá que soportar para liderar esta nueva etapa, ante un clima di precariedad generalizada, incertezas e inestabilidad. Nuestros hijos, marcados por unas cicatrices invisibles producidas por el confinamiento, se exponen a la perspectiva de un verano sin vacaciones en la naturaleza y a un distanciamiento con sus amigos del colegio; nuestros jóvenes, bloqueados, sin la normalidad de la vida en los institutos y Universidades se enfrentan además al riesgo de no poder abrazar proyectos de vida ante el panorama de un futuro incierto; los adultos se ocuparan con gran preocupación de volver a las responsabilidades laborales para remontar la gran recesión, con la consecuente disminución de la actividad comercial e industrial y la bajada de salarios y de beneficios; a otros muchos, padres y madres de familia, les tocará ponerse en la cola del INEM o a patear las calles buscando un empleo para subsistir; a los abuelos, los que queden, les tocará sostener con sus pensiones ya precarias, las economías familiares con todos sus miembros en paro.
La familia siempre ha sido fundamental en los momentos de crisis, la comunidad afectiva y educativa que con sus recursos naturales, sus debilidades y sus riquezas morales es el primer y principal sujeto constructor de la sociedad y de la economía a medida del hombre. Como tal merecería ser respetada y sostenida de forma activa por el Gobierno. No dejar a nadie atrás significa no dejar a ninguna familia atrás.

por @mbellido

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