El riesgo literario de un escritor es, ni más ni menos, el aceptar que lo que escribe, tenga el significado que le quiera dar el que lo lee. Los textos, las frases, las palabras tienen una autonomía y desde el momento que las plasmamos sobre el papel y se disponen a ser leídas por otras personas arriesgamos que sean comprendidas o no en su totalidad. Cada cual interpreta en cabeza propia,  pero esto no quiere decir que el que escribe no tenga que hacer todo lo posible porque la idea que pretende comunicar llegue diáfana al receptor. Cada vez que me siento delante del ordenador para escribir un artículo o un post para este blog soy consciente de la tarea difícil que abordo. Como empezar el texto y como terminarlo no es faena simple. De la calidad y eficacia que tenga la primera frase se juega el autor seducir o no al lector. Después, la densidad narrativa, el ritmo hacen que el artículo mantenga al lector atento al texto. Como decían mis profesores se necesita oficio y ya se sabe que la practica hace al maestro, como dice el dicho popular. El resultado puede ser para el lector un petardo o un precioso placer. El placer de la lectura. Cuando cursaba 4º de bachillerato en el instituto Padre Luis Coloma de Jerez, alguna asignatura se me atragantaba a la hora de ponerme a estudiar. Las primeras diez o veinte líneas de los libros de Ciencia me resultaban un erizo en la garganta, difícil de tragar. No era capaz de entender qué era lo que intentaban describir. Seguramente esos textos no estaban redactados con los condimentos de la seducción literaria. Hay un libro que no me canso nunca de leer, se trata de La insoportable levedad del ser de  Milan Kundera, Su inicio siempre me conquista, me seduce, me atrapa y me arrastra a seguir leyendo. Os dejo una probar parte del inicio. Este texto seduce. “…. en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes. Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿el peso o la levedad? Este fue el interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo.  A su juicio todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios luz-oscuridad; sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser…”

por @mbellido

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