Recorriendo Europa y viajando a menudo a sus capitales, siempre me hago las mismas preguntas: ¿En qué punto estamos de la construcción de una casa común europea? ¿Qué puede obstaculizar una verdadera unión política? ¿Cuál es el modelo de Europa que necesitamos? Sinceramente, poco a poco que avanzaba la crisis económica en estos años, yo quería convencerme que se habría impulsado  algún movimiento en algunos de estos sentidos. Sin embargo el tiempo ha seguido pasando sin percibir ningún indicio de que algo se  movía. Las únicas señales que llegaban era el reforzamiento de esa bicefalia de liderazgo de Sarkozy y Merkel. La UE no es sin duda, en estos momentos una verdadera potencia mundial y el motivo, a parte de la crisis económica es porque aún sigue sin encontrar su propia identidad. Europa con el euro se ha constituido como uno de los principales protagonistas del comercio y de la economía mundial, pero el problema es que esta unión monetaria no va acompañada de una fuerte unión política. A menudo las diferencias políticas, sociales, económicas y culturales entre los varios Estados miembros, no han supuesto un motivo de enriquecimiento sino un obstáculo. Los intereses nacionales han prevalecido casi siempre sobre ese espíritu comunitario con la que sus fundadores la pensaron.  El periodo de reflexión que supuestamente se abrió sobre el futuro de la UE, está durando demasiado y las miras de los actuales líderes políticos no son precisamente, en estos momentos, pensar en la UE;  por encima de todo intentan salvar los muebles de las actuales economías  domésticas  como prioridad de sus mandatos. Sería importante abordar reformas institucionales, que los ciudadanos comprendieran el valor de la Unión y, me temo, que el rechazo o el pasotismos de muchos,  se debe al desconocimiento que se tiene y a la indiferencia ante una gestión burocrática por parte de esas instituciones que aparecen demasiado lejanas de su ámbito de influencia.  Seguimos, los ciudadanos europeos, carentes de una clara y transparente comunicación de las políticas de la UE, llegando solo el eco de unas decisiones, que en la mayor parte de los casos parecen fastidiar más que favorecer. La UE seguirá siendo débil si los ciudadanos no logran comprender y compartir su utilidad y si los países miembros no dejan de hacerse la competencia entre ellos y miran a un objetivo común. El mundo está cambiando, cada vez más rápidamente  y solo la fuerza de un Europa fuerte que camina en una misma dirección con un mercado único unido, puede hacer frente a las nuevas situaciones. Hay que volver a explicar a los europeos que la Europa Unida puede ser de mucha utilidad para solucionar los problemas prácticos de la vida diaria.  Después de estas reflexiones añado otras dos preguntas a las tres que siempre me hago: ¿Siguen teniendo sentido algunos de los nacionalismos separatistas en este escenario que imperiosamente necesita caminar hacia la unidad? ¿Por qué ciertos partidos quieren poner una venda en los ojos de los ciudadanos para que no reconozcan las profundas raíces que este viejo continente tiene y que podrían ser la base de una Unión más fuerte?

por @mbellido

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