Por alguna razón inexplicable, el otro día, mientras me preguntaba un amigo empresario sobre la actualidad de los mercados de valores y las posibles oportunidades de inversión, me vino a la cabeza, y así se lo dije, que cuando uno no sabe qué hacer con los ahorrillos, lo mejor que puede hacer es invertir en formación y cultura, en conocimiento de la historia, por ejemplo. Pase lo que pase, nos digan lo que nos digan, este depósito de oro en nuestro cerebro, que es el conocimiento, nos será siempre de una gran utilidad. Vivimos tiempos maniqueos, donde los discursos políticos rebosan de simplificaciones groseras, de superficialidad y de frivolidad casi infinita. Nos cuentan historias y la misma historia de nuestro país termina siendo de TBO, como un colorido cómic de buenos, malos y menos malos, como estableció recientemente Peces-Barba. Así, poco a poco nuestra sociedad se va cargando de aristas en las que, a veces, la realidad esconde su verdadero rostro.

Todos sabemos que ni la reforma de la Constitución ni una nueva organización territorial es hoy el principal problema de los españoles. Este problema es sólo de la clase política y sobre todo de los nacionalismos periféricos que pretenden sustituir la Nación por las naciones con todo lo que conlleva de peligros totalitarios. Una vez abierto el melón constitucional unos y otros pueden apuntalar embestidas partidistas para destruir al adversario o lanzar ofensivas contra un sector de la población, como la ofensiva laicista que ‘sin ton ni son’ llevan a cabo sujetos como ése que se dedica a clasificar a los españoles y en su tiempo libre a decepcionar a las víctimas del terrorismo.

Ante tantos descuadres, entre promesas y actuaciones, necesitaríamos saber si muchas de las decisiones que se toman desde el Gobierno en política interna son por convicción o porque se lo han dicho los republicanos separatistas y los comunistas. Y en política exterior porque se lo han dicho Francia y Alemania. Ciñéndose al guión de los buenos modales el inventor del buen talante, al menos en política interna, tendría que escuchar a todos y conectar con las aspiraciones mayoritarias de la sociedad.

Creo que una de las calamidades de los tiempos presentes es la falta de unidad y a esta calamidad está contribuyendo quien se empeña día tras día en resucitar a los muertos y reavivar las dos España. Así no vamos a ningún sitio. A estas alturas, nadie puede dudar de la existencia de muchas maneras diversas de interpretar la realidad, de posicionarse ante ella, de participar en ella. Es necesario aceptar otro tipo de conciencia sobre lo que sucede, otro punto de vista. Lo que no es posible es que se nos quiera imponer una sola desde el poder. Y es que, en ciertos asuntos, no es cuestión de opiniones sino de hechos. Por eso es importante invertir en conocimiento y formación y no sólo para nosotros sino para nuestros hijos y nuestros nietos que puedan seguir distinguiendo lo verdadero de lo falso. La falta de memoria histórica es una grave enfermedad y nos lleva, no digamos a la descomposición -no exageremos las palabras-, pero sí al relajamiento y a la falta de rumbo. Si cultivamos el conocimiento, nadie podrá apagarnos el anhelo de la verdad, y cuando ésta se busca con sinceridad, la luz del alba acaba por imponerse a la luz del crepúsculo.

por @mbellido

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