Los diarios íntimos, esos que raramente salen a la luz, son diálogos intensos con nosotros mismos. En ellos nos escuchamos y escribimos,  comprendemos y anotamos las infinitas variaciones de luz en nuestro íntimo sentir y vivir. A menudo releyendo alguna página de esos diarios que he ido escribiendo a lo largo de los años, descubro que algunos textos son incluso óptimos desde el punto de vista literario e inmejorable desde el punto de vista vital. Será porque en los diarios la escritura se desarrolla libre de cualquier atadura, se encarrila de manera fulgurante y, a veces, es fuente límpida de “poesía”. Su contenido está cuajado de  conmovedoras consideraciones sobre la naturaleza, el amor, el sexo, el deseo, lo trascendente y lo vital. Creo que los diarios contienen fragmentos hermosísimos porque nada se enmascara, nada se esconde ni siquiera aquellas cosas más cercana al dolor y a la profunda felicidad. Los diarios son autobiografías honradas en proporciones brutales. Los diarios son novelas incompletas con finales parciales y siempre abiertos a un nuevo desenlace. Los diarios de muchos personajes celebres, encontrados y estudiados después de su muerte, contenían  tragedias indescifrables hilvanadas de llantos, de carcajadas, de  desfallecimientos, de victorias o de indigencia. Estaban plagados de Vida interior.  Cuando el ser humano habla sinceramente consigo mismo encuentra tesoros, caídas y precipicios de luz. Cuando todo eso se es capaz de transcribirlo en un diario, el resultado es el reconocimiento más profundo de la identidad humana. El ser humano,  en la sociedad y en la circunstancias que vive hoy,  puede ser un mero artilugio mecánico en buena parte de sus actos y gestos diarios,  guiado como está  por los medios de comunicación de masa, la cultura de moda o el ruido social del momento. Para evitar tal mecanización de la vida es importante pararse y transformar el vidrio volcánico de nuestro interior, resultante de nuestros agitados, y a menudo, superficiales días,  en cristal diáfano que ayude a conocernos y a entendernos mejor a nosotros mismos. Un diario es un instrumento útil.  No se trata solamente  de una práctica literaria o de un hobby, de un consuelo o de una auto-confesión.  Es un modo de amplificar la sutil voz interior y encontrar respuestas  desde la libertad. Como decía Shakespeare, no hay peor prisión que aquella en la que no sabemos que estamos atrapados.

por @mbellido

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