Trabajos peligrosos, horarios inhumanos, explotación… Aunque se van dando pasos, la situación de trabajo infantil sigue siendo una lacra en muchas partes del mundo. Algo que va contra toda ley moral y natural. Un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra que la lucha contra el trabajo infantil va por buen camino, pero alerta de que el objetivo de eliminar sus peores expresiones para 2016 no será alcanzado al ritmo actual. Los progresos más significativos se han alcanzado entre 2008 y 2012, bajando el número de niños explotados de 215 millones a 168 millones. Todavía demasiados. Más de la mitad de estos 168 millones de niños y niñas realizan trabajos peligrosos que tienen consecuencias directas para la salud, para su seguridad y para su desarrollo moral. Son casi cien millones los niños que trabajan en los campos de Asia, África y América latina para obtener productos agrícolas destinados a los países más ricos. Rosas, plátanos, caña de azúcar, aceite de palma, cacao, café… Trabajos sobre los que pesa la sombra de la explotación infantil, que se concentra en un 46 por ciento en Asia, un 35 por ciento en África y un 8 por ciento en América latina.
Treinta y ocho de los 85 millones de niños que trabajan en actividades dañinas para la salud, están en la franja de edad comprendida entre los 5 y los 14 años. Niños y niñas que trabajan casi siempre de noche, bajo tierra o bajo agua, en contacto con maquinaria peligrosa, expuestos a sustancias, ruido o temperaturas dañinas para salud. Expuestos sin defensa alguna los abusos físicos y sexuales de quienes los explotan. Por si alguien no le queda claro el trabajo infantil es todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. Un verdadero crimen que no podemos consentir y que hay que seguir denunciando.