Cuando hace quince días fuimos convocados a las urnas para elegir a aquellos candidatos a los cuales encomendar la gestión de nuestros asuntos públicos locales, nos acercábamos a nuestros colegios electorales con la mirada puesta en el horizonte y llevando con nosotros el eco del bombardeo publicitario de esa feria de ofertas políticas y propaganda electoral que desde el mes de mayo veníamos viendo, escuchando y, a veces, sobrellevando.

Hoy, la fotografía municipal de Andalucía está ya prácticamente definida. Los votantes hemos ejercido una pequeñísima parte de nuestra soberanía popular y sería bueno que pudiésemos seguir ejerciéndola, no consistiendo que ese voto se convierta en un cheque en blanco, en una “delegación absoluta”, que podamos sólo verificar en las próximas convocatorias electorales. Ahora, todos tendremos que prescindir de los eslogan, de los carteles con fotos y mensajes que han empapelado nuestras calles y de esos sofisticados anzuelos que nos han asaltado desde las vallas de cualquier esquina de nuestras ciudades.

Ahora, cuando hemos dejado atrás las frases ingeniosas, o las descalificaciones crueles, nos queda esperar hechos constatables, promesas que se cumplan, análisis serios de programas y de ideas que hagan posible un desarrollo económico armónico de nuestros pueblos y ciudades.

Los Ayuntamientos tienen un papel fundamental en el desarrollo económico local donde emprendedores y empresarios están en primera línea de batalla. Éste era el horizonte que el empresario tenía delante a la hora de depositar su voto: dar la confianza al candidato que pudiera desarrollar políticas que apoyen concretamente a las empresas, que ayuden a crear riqueza a través de nuestros recursos naturales y que propicie la difusión de nuestra tierra en los ámbitos internacionales. En pocas palabras, que impulse desde la administración local medidas que hagan más llevadera la cotidiana aventura empresarial. Puede que en los pueblos y ciudades andaluzas existan muchos problemas comunes pero las características y las soluciones pueden ser distintas según las peculiaridades de cada territorio en cuestión. Y estas soluciones pueden ir desde la promoción de suelo industrial donde el binomio calidad precio sea aceptable, hasta las ayudas económicas en subvenciones o en beneficios fiscales, la formación, la asistencia técnica o intermediación entre las empresas locales y los centros universitarios y de investigación y un largo etc., que vaya más allá de los mínimos fijados en la Ley Reguladora de las Haciendas Locales y que amplía necesariamente sus horizontes después de la apuesta realizada por la Unión Europea por el modelo de “Desarrollo local”.

A las puertas del siglo XXI los retos son muchos y nuestros alcaldes podrán perder una oportunidad histórica si no hacen de todo para favorecer la implantación de nuevas empresas con el objetivo de crear empleo, renta y riqueza en el entorno local. Daremos por hecho que en cuestiones como alumbrado, basura, limpieza, mantenimiento de la vida pública, transporte, servicios sociales, ordenamiento urbanístico y servicios públicos en general no retrocederemos. Nuestros municipios se merecen este esfuerzo.

Nuestro voto ha sido la primera fase de una conversación más larga y más amplia. La siguiente frase les toca decirla a nuestro alcalde, esperemos que no nos desilusionen.

por @mbellido

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