El horizonte económico andaluz está lleno de nubarrones: ni la actividad ni el empleo van a mejorar hasta dentro de bastantes años. No es pesimismo ni ganas de fastidiar, es sencillamente constatar la realidad. El sector de la construcción está bajo cero, y el inmobiliario, no digamos. Los servicios y la industria que viven de los dos sectores anteriormente dichos no tienen nada que hacer. El turismo, fundamental para Andalucía, apenas se defiende y la salud del sector financiero es un misterio pero, seguramente, cojea de más de un pie.
Otro nubarrón en este panorama incierto es la economía sumergida que también juega un papel importante en la economía real de nuestra tierra. ¿Cuantos parados, inscritos en las listas del paro y cobrando poco o mucho, están haciendo chapuzas, trabajillos y encargos con matices clandestinos para apañarse y llegar a final de mes?
¿Más nubarrones?: La pobreza. El 18,2 por ciento de la población andaluza vive por debajo del umbral de la pobreza. La pobreza alta la sufren un 7,8 por ciento de los andaluces y la severa afecta al 4,5 por ciento.
Un cuadro nada alegre, en el marco de la economía española que hace agua en su conjunto.
Los únicos brotes verdes siguen siendo el esfuerzo y la constancia de los emprendedores y empresarios que diariamente, corriendo muchos riegos, están manteniendo como pueden los mínimos indispensables para que esto siga en pie.
Urge, de consecuencia, ponerse en serio a rediseñar una mejor política de empleo: la regulación del mercado de trabajo, las políticas activas y las políticas pasivas. Los empresarios quieren esta reforma. La necesitan, la necesitamos todos. Los sindicatos no aceptan ajustar sus demandas a la dura realidad de los nuevos tiempos y el gobierno sigue sin decidirse a dar este paso, anclado en el más puro de los inmovilismos, sacando de la chistera un día sí otro no un Plan E.
¿A qué viene ahora el manifiestos con doscientos cincuentas firmas de esos “artistas” (los de siempre), que son el colectivo más beneficiados de los subsidios y subvenciones del Estado, para respaldar a los sindicatos con vista a la manifestación contra los empresarios? Afirman además, con todo desparpajo, que «la política está controlada cada vez más por los mercados, el poder al servicio de los privilegiados, el predominio de la avaricia y el afán de lucro como único impulso ético que quieren imponer al resto del mundo los grandes propietarios y los financieros multimillonarios». ¡Parece que los que no llegan a fin de mes son ellos y no los más de cuatro millones de parados que tan mal lo están pasando en España!
Urge la reforma laboral. El empecinamiento de los sindicatos no tiene sentido cuando no representan ni siquiera al 10% de los trabajadores, el inmovilismo del gobierno tampoco, y a nada ayuda el lío en el que está metido el PP. Todo esto hará que cuando la economía en el mundo llegue al final de la recesión, nosotros sigamos metidos en el túnel, sin ver la luz.
¡Y los artistas montándose esta película de ficción!
Manuel Bellido