Estoy en casa, tengo encima de la mesa algunos discos de Chick Corea y escucho  algunas de las  composiciones de este famoso pianista y compositor que tanto ha aportado al jazz universal.  Es un placer volver a escuchar  discos como Piano Improvisations de 1971, Return to forever de 1972 o Rende-vous in New York,  de 2001. Los escucho una y otra vez  y siempre logran  transportarme y emocionarme.  Los críticos dicen de él  que posee un  sentido innato de la melodía y un  pulso rítmico único. Se quedan cortos, su alma de artista logra casi siempre conectarnos con una realidad infinita mientras nos empapa  con una lluvia de notas mágicas que nos ponen la piel de gallina.  Es un músico que se ha movido en contextos musicales muy variados y ha colaborado con infinidad de músicos del pop,  del jazz y de la música contemporánea de concierto. Desde la primera vez que asistí a un concierto suyo en Roma hace muchísimos años no he dejado nunca de escuchar a  este músico de Massachusetts que desde que tenía  cuatro años de edad sigue domesticando su piano para regalándonos piezas imperecederas. Mientras me dejo llevar por estos temas legendarios no dejo de reflexionar sobre este arte del tiempo por excelencia que es la música. Me refiero a esa dualidad entre música concebida y música realizada, entre obra imaginada y obra ejecutada. Mientras escucho la perfecta ejecución de estos temas me pregunto  cómo serían  al estado virtual, antes de llevarlas al pentagrama, cuando solo él la veía y sentía en su mente y en su alma. La música como todo el arte necesita de una fase de ejecución y de realización. Desde la inspiración a la partitura hay un camino y otro hasta la ejecución. Una multiplicidad de existencias y de posibles realizaciones lleva a cada músico a ejecutar la  misma partitura de una manera diversa. El espíritu de una obra musical no es inmutable y definitivo. Cada vez que se ejecuta una obra asistimos a una  creación perfecta.

A menudo sucede también en el emprendimiento;  se tiene una idea, se intenta darle forma y se inician una serie de sucesivas puestas en marcha de la obra, de la empresa o de la organización   que se pretende fundar. En contacto con la realidad se van subsiguiendo una serie de interpretaciones, que yo también llamaría contemplaciones,  que se van verificando y realizando.  La  encarnación de una idea es un proceso portentoso de creación.  Se trata de ampliar, disminuir, escoger, precisar, concretizar, podar o dejar crecer. A veces lo que se consigue en determinación se  pierde en idealismo. Probablemente casi nunca la ejecución esté a la altura de la idea y siempre será inadecuada  a la riqueza de  esta. Por eso es siempre importante en la vida de las empresas o de las organizaciones volver a recordar la misión, la visión y los valores.  Tal reflexión no permite al 100% contemplar la idea inicial, ni encontrar la manera de adecuar su ejecución totalmente, pero  nos ayudará a respirar algo de su esencia y admirar la semilla que dio pie a su existencia. Es mágica y fructífera  la relación que une la idea con la ejecución y sus consecuencias.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com