Creo que todos hemos experimentado siendo niños el afecto de nuestras madres a través de las caricias. A lo largo de la vida, desde que nacemos, recibimos caricias: maternas, paternas, de aprobación, de asentimiento, de amistad y de amor. Con las caricias proporcionamos y recibimos placer. Sus efectos son múltiples ya que estimulan nuestra piel e inducen un estado de bienestar, de calma o de relax extraordinarios. Nuestros receptores nerviosos que a miles se reparten por toda nuestra geografía corpórea capturan estímulos maravillosos enviándolos al cerebro en forma placentera.
Si nos paramos a pensar por un momento cuales son estas sensaciones constatamos que no son siempre las mismas. Pueden ser calidas, frías, de roce, de presión, de erotismo. Las caricias producen a menudos escalofríos, alivio, aliento, confort o sobresalto, pero siempre, conllevan un mensaje. Las personas que se aman logran hablarse a través de las caricias. Este lenguaje se aprende poco a poco. Al acariciar hay que tener en cuenta, la presión, el tiempo, el momento, el modo. Cuando se ama se entiende el momento apropiado y la duración adecuada de la caricia.
Creo que en la pareja las caricias actúan con dos objetivos, el del contacto erótico y el de la comunicación no verbal.
Es normal que cuando inicia una relación se multipliquen las caricias. Tocarse es aprenderse, conocerse, apreciarse. Si se eliminan las caricias en una pareja se elimina la comunicación y la sexualidad al estado puro.

por @mbellido

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