Hay una frase en el Antiguo testamento, concretamente en el Libro del Deuteronomio que siempre me ha llamado la atención que dice así: “El semita no agradece, “bendice” y en consecuencia, alaba”

Me ha sorprendido porque el verbo que corrientemente se traduce por “dar gracias” expresa aquí, una especie de proclamación de algo positivo en  otro ser. Este pensamiento no me resulta ni anticuado ni siquiera piadoso o religioso.  “Bendecir” o “alabar”, no es utilizable solo en cuestiones espirituales.

Se bendice a un hijo, a un padre, a un amigo, a un hecho. Se alaba una acción, un comportamiento…

Creo que, en definitiva, significa poner en evidencia el valor positivo de algo relativo a otra persona. Lo percibo como una actitud, hecha palabra, o mejor dicho, educado halago, que enaltece a quien lo pronuncia y refuerza en moral a quien lo recibe. Halagar es  dar muestras de admiración y afecto que sean gratas a quien las recibe. Bendecir o alabar son parte de esos buenos hábitos de quienes tienen capacidad para escuchar a los otros, valorarlos, asumiendo sus angustias y esperanzas, iluminando su preocupación y dando sentido a su felicidad. ”

Mi padre fue un hombre agradecido; respondía con agrado y acierto a las buenas actitudes que tenían para con él otras personas. Sabía advertir un buen gesto o una buena acción. Era un matiz muy personal esa manera de regalar un cariñoso adjetivo a quien se le acercaba.   Su perfil, en el recuerdo, se torna inabarcable en ese sentido. Cuantas veces le he escuchado  decir a un amigo o a un colega: “Genial”, “formidable”, “te admiro”, “eres buena gente”. Positivas valoraciones expresadas con aprecio hacia las personas que se lo merecían.

Saber elogiar forma parte de esa ética individual a la que cada ser humano debería aspirar. Practica que habría que enseñar a muchos de los miembros de estas nuevas generaciones mal educadas pobres en vocabulario obsequioso y gentil. Elogiar, bendecir o alabar sin hipocresía o  interes egoista,  es como regalar una sonrisa. No cuesta nada. No hay nada tan común como el deseo de ser elogiado, decía Shakespeare. Siempre hay una ocasión, aprovechémosla.

por @mbellido

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