Los días son muy intensos. A veces parece que no tienen fin. Poco a poco vamos construyendo un camino mientras lo andamos. Un camino que ante nuestros ojos parece no tener fin. Tan largo, que se pierde en el horizonte. Tan largo y tortuoso, que nuestra mirada no alcanza a ver su destino. Solo la imaginación es capaz de volar más lejos y nos regala la fortuna de descubrir ese lugar donde podría empujarnos la fuerza del viento que llevamos dentro de nosotros.
Afortunadamente la fantasía es más fuerte que la hipocresía de la nefasta realidad que los mercaderes mediáticos nos venden en los bazares del poder. La vida, no se construye a golpe de moda, ni reflejándonos en los espejismos políticos. La vida es lo que damos de nosotros mismos, no es lo que creen de mi sino lo que yo creo en mí. Algo que sucede cuando me encuentro en el oro de mi silencio y no en el plomo de la charlatanería de aquellos que piensan que el mundo es de ellos porque no saben que el mundo somos todos nosotros.
Ser hombres no es un castigo, es una fortuna porque nuestros sueños tienen el poder de construir futuro. El cielo aunque no se vea, se esconde detrás de los más altos muros. Hasta en un charco fangoso puede reflejarse el infinito techo azul que nos protege.
La última página de mi libro aún no está escrita. Quiero redactarla yo, aunque sea otro el que escriba la palabra fin.