Temo, mientras analizo los gestos y los discursos de algunos que ejercen de políticos en la actualidad, que en ellos el pasado, es decir la Historia, dejó de explicarlo todo, para echarse en brazos de un presente y un futuro construido sobre la comercialización de la propia imagen pero sin fundamento y sin raíces. Algunos trasmiten un constante desprecio por lo que fue, incluso por todo aquello que con tanto esfuerzo se conquistó para el bien común. Se desprecia lo andado y se enaltece seguir andando aunque no se sepa el rumbo ni el destino. No se valoran las rugosidades y los matices de nuestras raíces y se resbala sobre un presente ramplón construido sobre la imagen televisiva del caer bien a los telespectadores. Único destino: alcanzar el poder. No es extraño que en ciertos momentos sintamos nostalgia de ese aroma que envolvía a los grandes hombres de cultura y hombres de Estado. Produce repugnancia la vulgaridad con que algunos hablan de cambiar la Constitución para tratar de apaciguar a unos pocos políticos que engañan a la gente con una utópica independencia y chantajean al resto de los españoles, con el solo fin de estar mejor ellos. Como si los procesos profundos y las largas duraciones que conlleva cambiar una Constitución pudieran sustituirse con el amaño y el compadreo de unos pocos. Como si los proyectos políticos pudiesen sintetizarse en una frase y en un eslogan.
De una manera parecida banalizan la territorialidad construyendo falsos mapas egocéntricos que dividen, que fraccionan y desgarran en lugar de usar esa esfera planetaria, que en plena era de globalización, nos enseña la belleza de la unidad.
Los astronautas que viajan al espacio reconocen que ver la Tierra desde allí les cambia su forma de entender la vida. Quizás tendríamos que ir pensando en organizar viajes espaciales para que los políticos hagan obligatoriamente un viaje al firmamento antes de dedicarse a la política, para que contemplado la Tierra desde miles de kilómetros de distancia les haga más sensatos y les de la justa dimensión de esa hermosa vocación de servir al bien común.