Estas elecciones que condicionaran la vida de 382 millones de personas de 28 estados, llega en uno de los momentos más críticos de la historia de la Unión Europea, algo que lo confirma el aumento de los euroescépticos, en las filas de extrema derecha de la extrema izquierda. Por otra parte las previsiones de abstención son también muy altas. Ya en 2009 el índice de participación se había reducido al 43 % y este año podría alcanzar nuevo récord. Las votaciones para la Comisión Europea duraran sustancialmente varios días y no tendremos resultados hasta las 11 de la noche del próximo lunes, tres horas después que Italia haya cerrado los colegios electorales. Hoy se daba el pistoletazo de salida a estas elecciones en Reino Unido y Holanda, donde se espera con impasiencia conocer el avance de los movimientos euroescépticos de Nigel Farage y Geert Wilders. En este clima del no a Europa, no me extrañaba las declaraciones que hoy hacía la leader del Front Naztional Marine Le Pen: “Creo que Bruxelas vive momentos de pánico, iremos a Estrasburgo para bloquearlo todo” Hay sondeos que ya proyectan que en el nuevo parlamento europeo, uno de cada cuatro diputado será euroescéptico.
Es un viento que sopla sobre todo el viejo continente. Entre crisis económica y paro y falta de una visible solidaridad entre los 28, esta Europa construida sobre las cenizas de la II Guerra mundial con una visión de paz de unidad y prosperidad parece que se tambalea. Años de recesión han erosionado la fe de los europeos en una institución con un presupuesto de 140 mil millones de euros e influencia decisiva sobre temas que van desde la justicia hasta la agricultura. Esperemos que los sondeos se equivoquen y los partidos euroescépticos no obtengan entre el 25 y el 30 % de los 751 escaños del nuevo parlamento de Estrasburgo como se viene pronosticando. Algo así sería un grave retroceso para el progreso de nuestro continente. Europa tiene que seguir unida por el contrario perderemos nosotros y las futuras generaciones.