Cuando yo era niño en la parroquia cercana tocaban las campanas cada vez que alguien moría.  Hoy, cada vez que muere alguien por coronavirus, las campanas no tocan,  no pueden, no lo saben y, por lo tanto, no sabemos que alguien muere.

En estos días tendrían que estar tocando, día y noche. En tiempos pasados ​​cuando alguien moría de vez en cuando entrabamos en contacto con la muerte. Ahora, en tiempos de coronavirus, de muertes constantes, estamos `inmersos’ en la muerte aunque nos enteremos de las muertes por la prensa o la tv y siempre son cientos, miles… la muerte la hemos asumido.

Entre el momento en que descubrimos que el virus está dentro de nosotros y el momento en que el virus termina su trabajo y nos mata, se ha calculado que pueden pasar ocho días. En ocho días podemos infectarnos y acabar con nuestras vidas. Por eso estamos siempre alertas.

Nunca hemos estado tan alerta, en casa, o fuera. Si tenemos que salir, tal vez para comprar comida, nos alejamos de la gente, si alguien camina en la dirección contraria a la nuestra, nos aseguramos de que si él está a la derecha, nosotros estemos a la izquierda y no nos respiremos en la cara. El enemigo puede acechar en personas, en superficies, en el aire.

Esto es una guerra como ha dicho Antonio Guterres, y las muertes son en el  frente de batalla. Estás bien pero cuando menos te lo espera un disparo te derriba. En las guerras se habla de caídos en el frente. Y los que en Italia murieron y los llevaban en  ataúdes transportados por camiones militares de una parte a otra, a un crematorio, eran caídos en el frente. La proporción de dolor varía entre una persona muerta y una persona caída. El caído requiere compostura, seriedad, rigor. Excluye la desesperación. Los muertos exigen lágrimas, angustia, crisis, y si los muertos fueron los tuyos puedes caer en la desesperación. Las personas caídas por el coronavirus están en otra dimensión, necesitaran un funeral de Estado, banderas a media asta, noticias.  La personas muertas están en otra dimensión incluyen pésame de amigos, familiares, Dios, campanas, funeral, llamadas telefónicas. Ese es el panorama. Por tanto extrema las precauciones, quédate en casa, quedémonos por favor en casa. No queremos ni más muertos ni más caídos en el frente,

(La imagen es de la Iglesia de San Pedro en Jerez de la Frontera, la que fue mi parroquia en los años de infancia)

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com