Tengo que reconocer que poseo una meticulosa capacidad de describir que acaricia a menudo el aburrimiento. Anoto siempre impresiones durante mis viajes, durante la lectura de un libro, durante un paseo o después de haber visto una exposición. Después de haber  observado el conjunto de una escena, de una situación o de un cuadro me fijo en algo particular que me llama la atención y anoto la descripción. Puedo referir el color de la  viga de una habitación permaneciendo indiferente a todo el resto. Después cuando leo lo que he escrito, esas frases descriptivas me resultan  como una llave que abre la puerta al resto y recrean la memoria de una comprensión nueva de lo observado. Descubro la gotas de sabiduría que allí se escondían. Me atrae ese tipo de observación llena de pathos subjetivo  que puedo hacer de  los  micro eventos cotidianos; esos que pasarían desapercibidos cuando la mirada se pierde en lo global. Los textos que llenan las páginas de mis diarios son breves y fragmentados pero reflejan siempre mi camino de vagabundo-observador en los senderos del sentir. A veces durante una conferencia, sin dejar de entender el conjunto de mensajes y la línea argumental que la impregna, voy anotando frases y palabras que enlazan con otras palabras, otros significados y otras realidades. Busco más allá de la superficialidad  de lo dicho por decir o por crear un marco ideológico en quien escucha. Hay frases que emergen de los discursos de algunos políticos que son como el  striptease de un fantasma, la nada. Sin embargo siempre hay la posibilidad de recoger algo que brille, que palpite, que esté vivo, aunque en línea de principio y con los tiempos que corren, llenos de populismo y demagogia, solo el milagro merece ser atendido y que de él se escriba, el resto es susceptible de desaparecer con el más insignificante de los vientos. Para observar es imprescindible vaciarse y no obstaculizar el pensamiento con respuestas o visiones preconcebidas. Es necesario ser como una tierra virgen donde se pueden sembrar nuevas semillas. Observar con curiosidad pero sin deseo de conquista. La vida es apasionante cuando se vive de explorador, yendo en busca de la sabiduría, que puede esconderse detrás de cualquier esquina de nuestro día a día, florecer en cualquier conversación, resplandecer en cualquier acontecimiento. La única que puede preservarnos de tantos males y colmarnos de tantos bienes

Alguien me dijo una vez que la sabiduría es el tesoro por el cual vale la pena dejarlo todo. Hoy lo creo más que nunca.

por @mbellido

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