“Yadwigha en un hermoso sueño

se ha dormido suavemente.

Oye el sonido de un pequeño oboe

interpretado por un buen intencionado

encantador [de serpiente].

Mientras la luna se reflejaba

en los ríos [o flores], los árboles verdes,

las serpientes salvajes escuchan

las alegres melodías del instrumento

Es un poema que escribió Henri Rousseau titulado Inscription pour la Rêve para explicitar el sentido de un óleo sobre lienzo titulado El sueño que pintó en 1910. Mi primer encuentro con la obra de Rousseau fue en el renacentista apartamento del Doge en el Palacio Ducal de Venecia. Allí me dejé seducir hace muchos años por el triunfo y la danza de sus flores multicolores y por los enigmáticos animales  de sus selvas primordiales imaginarias. Allí me deslumbró el mundo y la visión exótica de este artista auto didacta nacido en Laval, ciudad del valle del Loira en el norte de Francia el 21 de mayo de 1844.

Su obra está impregnada de poesía y, el estilo naif que la define, refleja su ingenuidad vital y su extraordinaria fantasía, capaz de representar paraísos ecuatoriales y plantas mágicas sin moverse de su estudio, inspirándose en jardines botánicos y en puestos de flores de los mercados parisinos. Con pinceladas frágiles describía sabanas oníricas, serpientes seductoras, tigres y antílopes en medio de densas selvas, monos enamorados y eternos universos de fábula.

El cuadro, titulado ‘El sueño’, de la colección Nelson Rockefeller, lo he vuelto a ver en el MOMA, el Museo de Arte Moderno situado en Manhattan, en la ciudad de Nueva York. Este fantástico óleo muestra a una sensual figura desnuda recostada cerca de leones y otros animales feroces, en una selva de colores vivos, llena de enormes plantas. Una posible interpretación de la pintura, ofrecida por Rousseau en una misiva al crítico de arte André Dupont decía que la pintura representaba a una hermosa mujer, reclinada en un sofá en la ciudad de París, soñando que estaba escuchando a un flautista en la selva.

Soñar despiertos es un placentero recurso de nuestra fantasía y de nuestra imaginación y según algunos expertos ayuda a mantener el cerebro en forma. Es un acto útil para aligerar un día estresante o una pesada carga emocional. Soñar como Yadwigha nos ayuda a entrar en un jardín secreto y construir un improvisado refugio donde descansar, sosegarnos e incluso, con la fantasía, recrear la presencia de las personas que queramos. No estoy de acuerdo con Freud cuando decía que soñar despierto era un síntoma de insatisfacción vital. Cada vez más, estoy convencido de que soñar es una especie de entrenamiento que nos puede ayudar a la hora de despertar. No será tan malo soñar cuando hasta Shakespeare decía que un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.

Manuel BELLIDO

bellido@mujeremprendedora.net

www.manuelbellido.com

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com