De nuevo es la experiencia de un viaje. Esta vez ha sido la visita momentánea a la tierra natal, la que ha articulado la reflexión de mi último post en este cuaderno de bitácora. Los viajes suscitan estímulos que jalonan nuestra trayectoria vital. Cada vez que nos paramos y tratamos de plasmar por escrito lo que hemos percibido, se mezclan dosis de erudición, anécdota, reflexión y vuelo poético para componer nuestro relato, pero siempre nos sentimos insatisfechos de no haber sabido transmitir pulcramente la sustancia de lo aprendido. Sin darnos cuenta, mientras escribimos,  nos adentramos en el territorio de la narración imaginativa con la intención de hacer creíble y pertinente  lo que habíamos intuidos, sin embargo, el agua de nuestra fuente mana turbia. Esta vez, lo que yo quería transmitir era el asunto del regreso al centro anímico, a ese órgano, que algunos  localizan en el lado izquierdo del tórax, responsable de bombear la sangre  y lugar donde dicen que  se asienta también el «alma»,  el «espíritu» o la “esencia», allí donde se  alojan los sentimientos, las emociones y el pensamiento. Cada vez que vuelvo a Jerez, no regreso a un mundo idílico, sino a un entorno, que me ha visto nacer y crecer, que ha formado mis primeros cimientos, que ha moldeado mis primeros amores, mis antiguos miedos y mis primitivas ilusiones. No se trata de arrojarme de un tren en marcha a un mundo que ha permanecido intacto. Ese entorno también ha ido cambiando, amenazado por la ruina o el progreso, por la banalización o la cultura; ha sufrido como yo, en estos cincuenta y ocho años,  el impacto de los tiempos, aunque mis ojos radiografíen de Jerez solo el alma primera.

En la vida casi todo es un viaje. Lo hacemos en un tren que coincide con otro en cada estación. Nos apeamos los minutos o las horas suficientes para esperar la coincidencia. En Jerez, esta vez, paré unas horas.   Suficientes.

Pasamos la vida trasladándonos de un tren a otro. Algunos van más rápido y otros más lentos, pero siempre nos regalan la posibilidad de considerar nuestra vida. El viaje a Jerez, me hizo considerar la inevitable necesidad de la poesía en nuestra existencia para  volver una y otra vez allí donde se pone el sol de la belleza. Esta “llamada”, aunque no proporcione respuestas, al menos si proporciona  una pauta minúscula para el  espíritu y  para la trayectoria vital. Señales tenues pero al fin y al cabo, señales.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com