La economía española sigue y seguirá con el agua al cuello durante algunos años. Todos sabemos que la salida de la crisis requiere resolver, por supuesto, los problemas financieros, adelgazar los gastos de las Administraciones Públicas, seguir reformando, y adecuar España a la nueva situación mundial. Labor que está llevando a cabo el gobierno. Reformas laboral, energética y fiscal son prioritarias, pero con ellas no se resuelve el problema de esa parte del tejido empresarial que camina sobre la cuerda floja. Muchas empresas siguen ancladas en una manera de actuar conservadora que al no estar orientada a la competitividad terminaran teniendo un final poco feliz. En estos años las empresas que están sobreviviendo son aquellas que han desarrollado creatividad e imaginación dosificando su trabajo con grandes dosis de ilusión para lograr renovarse y alcanzar un nuevo nivel de competitividad.
Esa capacidad competitiva viene dada por algunos factores. El primero de ellos es la capacidad de interpretar lo que está pasando. Saber descifrar, desentrañar y comprender que se gesta en los mercados y en el propio sector, para poder situarse con la propia empresa en el sitio adecuado y en el mejor momento. Acceder a los flujos de información es vital para entender. El segundo de estos factores tiene mucho que ver con la rapidez. Romper la inercia y con agilidad adaptarse a las nuevas situaciones. Estar dispuestos al cambio, rompiendo con el inmovilismo. Todos sabemos que no podemos esperar resultados distintos, si seguimos haciendo lo mismo. Por último, no hay que olvidar que a este pensar y adecuarse, debe, por otra parte, corresponder una adecuada respuesta, ofreciendo al mercado nuevos productos y servicios competitivos en precio y calidad. No olvidemos que uno de los puntos débiles de nuestra competitividad con respecto a otras empresas extranjeras está precisamente en el tiempo de respuesta y no solo en los precios y en la calidad. La relación entre la distancia recorrida y el tiempo empleado en recorrerla se llama rapidez. Esa sería una virtud que mejoraría la vida de nuestras empresas. El pez grande ya no se come al pequeño. Ahora es el rápido el que se come al lento. Es un momento en que el empresariado español se siente poco motivado; poco animado para continuar. Sin embargo la única salida es replantearse una y otra vez de que manera se pueden hacer las cosas como cambiarlas y mejorarlas. La solución puede llegar por ese camino.