Cada día es más complicado intentar descubrir los signos o los síntomas de tendencias en la sociedad y en el tiempo en que nos ha tocado vivir. No es siempre fácil encontrar pistas y sentidos entre el rumor de fondo del bombardeo informativo constante al que estamos sometidos y se convierte en ardua tarea sacar conclusiones de los hechos que se suceden y de las ideas que brotan a toda  velocidad a diario. Incluso para los que vivimos a diario pendientes de la actualidad intentando descifrarla y trasladarla  a la sociedad,  ciertos acontecimientos nos resultan chocantes, extraños y complicados.  Vivimos sedientos de tiempos de reflexión, guiados por la idea que, en el fondo,  todas las acciones humanas pueden tener un sentido y que nosotros podemos encontrarlo y valorarlo. Es como cuando volvemos a casa después de una jornada intensa de actividad  y tratamos de poner en orden el cúmulo  de hechos, decisiones y pensamientos que han llenado nuestro día. Por experiencia sabemos que el éxito de este ejercicio puede ser excitante o deprimente; de todas formas el intento ayuda a proyectar una luz y una sombra  sobre qué hacer y cómo hacerlo al día siguiente.  Otras veces, caemos en la cuenta que responder a la pregunta “qué sentido tiene todo esto” significa que nos estamos encontrando ante una cuestión o un problema relativamente intratable y que nuestras respuestas tienen una validez limitada y provisional.  De muchas cuestiones podíamos tratar en este sentido, pero una que me llama particularmente la atención en estos días es el modo de actuar de determinados partidos políticos. Se trata de estrategias políticas que marean a la sociedad pero no están destinadas al bien común.  Son prácticas políticas que en estos tiempos están de muy de moda. Una de ella se basa en el disimulo de las propias preocupaciones poniendo el acento en otros asuntos no vitales  para distraer al adversario y a la opinión pública en general. Pongo un ejemplo. Si Mas consigue pasar el resto de la legislatura, con Cataluña, los otros partidos políticos y el resto de España distraídas en el independentismo, habrá logrado ocupar a los adversarios en distracciones que no dejaran ver el problema real económico que Cataluña tiene en estos momentos y no precisamente por culpa del resto de España.  En este asunto todos entramos fácilmente al trapo, y otros partidos y el resto de los españoles, legitima pero equivocadamente tratamos de poner a Mas  en contradicción ante su electorado en esta cuestión, sin embargo, no ponemos en evidencia problemas vitales, como por ejemplo el que tienen de 50.000 niños catalanes que sufren privaciones alimentarias fruto de la pobreza de sus familias o el de los cerca de 800 menores de 16 años que  sufren desnutrición infantil. Muchos otros ejemplos podríamos poner del panorama político español. ¿Qué sentido tiene todo esto?

por @mbellido

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