Cuando entro en una librería no solo ojeo las novedades en la sección de adultos, también me acerco a la sección infantil y juvenil a ver qué nuevos libros se han editado. Para adultos o para jovencitos y niños, se trata siempre de literatura. La edad del potencial lector nunca pone trabas al autor para que este despliegue todo su buen hacer literario. Entrar en la sección infantil de una librería, para mí tiene el encanto, de pasear en un bosque encantado. Las portadas multicolores, las tipografías, lo titulares imaginativos me seducen y me transportan a un mundo de personajes fascinantes y de historias con final constructivo. A veces me parece que uno de estos libros que descansan sobre el banco de las novedades o apoyados en las estanterías, me llama. Quizás es las portada o el titulo del cuento lo que me estremece y me atrae, lo cierto es que me siento invitado a abrirlo y a leer algún párrafo.
Hoy me llamó desde la estantería donde estaba colocado, “El hombre de nieve” del autor y poeta danés Hans Christian Andersen, lo cogí entre mis manos, sentí ese tacto suave del cartón plastificado de sus tapas y, mientras el olfato se emborrachaba del inconfundible perfume del papel de los libros, abrí las primeras páginas y mis ojos repasaron unas líneas: “-¡Cómo cruje dentro de mi cuerpo! ¡Realmente hace un frío delicioso! -exclamó el hombre de nieve-. ¡Es bien verdad que el viento cortante puede infundir vida en uno! ¿Y dónde está aquel abrasador que mira con su ojo enorme? Se refería al Sol, que en aquel momento se ponía. -¡No me hará parpadear! Todavía aguanto firmes mis terrones. Le servían de ojos dos pedazos triangulares de teja. La boca era un trozo de un rastrillo viejo; por eso tenía dientes. Había nacido entre los hurras de los chiquillos, saludado con el sonar de cascabeles y el chasquear de látigos de los trineos. Acabó de ocultarse el sol, salió la Luna, una Luna llena, redonda y grande, clara y hermosa en el aire azul”
¡Cuántas emociones en tan pocas frases! Reconocí que ninguna ciencia ficción me habría hecho vibrar tanto como el crujir del cuerpo del hombre de nieve, ese escalofrío que produce tocar la nieve, el sonido de los trineos o la visión de esa luna clara y hermosa.
Leer un cuento es asomarse a un mundo distinto, pintado de poesía, un oasis en medio de tanto desatino. De vez en cuando, la llamada literatura para niños, puede ser un jarabe azucarado para soportar las violentas precipitaciones de villanía e infamia que chorrean a veces el vivir cotidiano de nuestra sociedad.