Empecé a tomar notas de mis vivencias hace más de cincuenta años. Conservo centenares de cuadernos de apuntes, a los que no quise llamar nunca diarios. Por supuesto también en mis viajes tomaba notas. Comencé a viajar por España y Europa muy joven, con apenas 15 años. Cuando dejé de viajar por turismo y  comencé a viajar por trabajo siempre sacaba tiempo tras mis actividades laborales para hacer cortos o largos recorridos por las ciudades que visitaba, por sus museos, por sus barrios, me entretenía con la gente y tomaba nota de lo que me contaban; comía de todo, siempre apasionado por probar algún plato nuevo, por muy exótico que fuera y llegados los fines de semana, me aventuraba por costas o montañas cercanas para aprender y disfrutar del libro de la naturaleza,  De lo que veía y vivía escribía.   Es como si, desde ese tiempo remoto, hubiera querido siempre anotar no solo en mis libretas sino sobre todo en mi mente lugares, encuentros con personas, situaciones anecdóticas o comprometidas o pequeñas aventuras que la vida me regalaba para no olvidar jamás. Creo que alguna vez también pensé que un día, en un momento posterior de mi vida habría podido contarlo. A pesar de no haber llevado un diario cronológico, estos apuntes y mi feliz memoria fotográfica, que además se ha ido afinando con los años, han afianzado esa pasión vocacional que me caracteriza: ver, oír y contar.

De mis observaciones, muchos detalles al primer momento parecían pasar desapercibidos, después reaparecían posteriormente, como sucede a veces después de un sueño, cuando no recuerdas todo al momento de despertar y sin embargo tras horas o días te afloran a la mente.  

Otra cosa que también me sucedía es que cuando regresaba a los lugares que ya había visitado alguna vez, en mi mente se producía una comparación visual entre el recuerdo y lo que volvía a ver. Un resorte de la memoria fusionaba lo que recordaba y lo que estaba viendo.  Mi cuaderno mental se ha ido enriqueciendo con el tiempo, añadiendo otro tipo de consideraciones, hasta convertir pequeñas anécdotas o insignificantes recuerdos en pensamientos vitales y emblemáticos. Los apuntes mentales junto a los de mis cuadernos se han ido convirtiendo en un relato vital; en vida de los años.   

La manifestación coral de conocimiento y emociones que me han ido ofreciendo muchos países por sus peculiaridades radican a mi juicio, no sólo en el patrimonio histórico-artístico-monumental, de por si valiosísimo, sino en el valor global del contexto en el que se insertaba ese patrimonio.

Mis viajes por Andalucía se han ido intensificando con el pasar de los años y de un tiempo a esta parte se ha convertido en un peregrinar en busca de lo que permanece sano aún, de lo salvo, de lo intacto, de aquello que la mano de torpes sapiens no ha estropeado, explotado, depredado, afeando y posteriormente retratándolo en una postal.

Andalucía, así lo he ido descubriendo, cuenta con multitud de rincones sorprendentes, museos al aire libre, pero que desafortunadamente son espacios en constante peligro, en constante riesgo por la falta de respeto de turistas irresponsables, por dejadez política o por intereses especulativos que pueden hacerlos perecer, desaparecer o desnaturalizarse, secuestrados por el business que a menudo hace pagar su rescate con la imposición de fealdades y estructuras artificiales a su alrededor.   

Andalucía es la comunidad autónoma con mayor extensión de territorios con protección legal para su patrimonio natural. Cuenta con 3 Parques Nacionales, 17 Parques Naturales, 30 Parajes Naturales, 14 Reservas Naturales. 21 parques periurbanos y 2 paisajes protegidos. Posee una riqueza de valor incalculable, con una biodiversidad que la hace única en España.

Desde mis observaciones y desde el punto de vista de la naturaleza creo que existen varias Andalucía: la intacta que pocos conocen, otra que se parece a un sorprendente mosaico recompuesto decenas o cientos de veces, hasta el punto de que es difícil reconocer un diseño primordial, la deformada por la especulación o por el turismo de masa, la que intenta ser Smart City solo porque tiene sensores o aplicaciones para buscar aparcamientos, pero que está desconectada del territorio natural y de las necesidades vitales de las personas.  La primera, la intacta, esa no manoseada por la mano del sapiens resplandece de una luminosa belleza que atrapa la mirada y conmueve. Una belleza que en su diversidad geomorfológica en muchos lugares se ha traducido en diversidad y riqueza cultural, social y humana, porque la mano del sapiens sí ha actuado de manera admirable.

Este verano pude visitar muchos de esos lugares donde mi vista fue obviamente, el principal de los sentidos que gozó, pero no el único; el placer fue también del olfato, por los olores y perfumes que me llenaron de sensaciones; del tacto, porque mis manos tocaron piedras, tierra, arboles, plantas y animales; del oído, porque disfruté de los sonidos del bosque o del silencio de la montaña; del gusto por el disfrute de esa riqueza gastronómica natural que nos caracteriza.

Uno de los problemas principales por el que esta riqueza de biodiversidad se ve amenazada es por culpa de la dejadez, del gamberrismo incivilizado, del consumismo, de la explotación especulativa, de la contaminación provocada por la industria y el uso de los combustibles fósiles. Es la mano del sapiens la que rompe ese mágico equilibrio, por eso no dejo de divulgar su importancia, el inminente y grave riesgo que supone el cambio climático. Creo que es fundamental informar, educar a la sociedad en el respeto a la naturaleza.

La Tierra es nuestra casa, la casa de la familia humana. No sería la Tierra una gran casa sino fuera la casa de las personas que amas. Al menos, este motivo tendría que empujarnos a respetar y cuidar la naturaleza.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com