Tan importante es la virtud de la lealtad que el economista italiano Antonio Genovesi  solía decir con acierto  que hasta la supervivencia de una banda de ladrones necesita de la lealtad recíproca. La lealtad es un valor único, un componente esencial en todo sistema humano y civilizado de moral que consiste sustancialmente en no engañar ni darles nunca la espalda a determinadas personas con las que se tiene una relación de amistad.

Se trata de un valor opuesto a la mentira y relacionable con el honor y la gratitud.

Es una virtud no fácil de encontrar en una sociedad a menudo demasiado hipócrita, que es capaz de pronunciar frases “correctas socialmente” de alago y de afecto,  pero que nada tienen que ver con las acciones y los sentimientos de quienes la pronuncian.

Ser  desleal lleva consigo su penitencia  ya que supone un gran esfuerzo emocional que marca y trasciende en muchos otros aspectos de la vida produciendo miedos inconfesados, inseguridades y falta de paz.  Hoy alguien me decía que la deslealtad es típica de seres infantiles emocionalmente y probablemente tenía razón. Una persona se convierte en adulta cuando es responsable de sí misma y se compromete con sus auténticos pensamientos, abrazando la verdad, la sinceridad y la honradez sin miedos, sin mascaras ni subterfugios. En las relaciones de trabajo, entre compañeros, en el matrimonio, en la amistad la lealtad desarrolla la confianza mutua  y la amistad es esa flor que se cuida con la lealtad, y que se riega con sinceridad. Cuando falta esa virtud la flor marchita. La deslealtad es una infamia.

por @mbellido

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