En los últimos meses las noticias que encontramos en la prensa, en la radio y en la TV no solo nos proporcionan preocupación sino que además nos transmiten un avance creciente de la cultura del miedo.
Es un momento convulso que no podemos ignorar mirándonos al ombligo. Hemos pasado de vivir preocupados y azotados por una tremenda crisis económica, a otro momento en el que estamos comprobando como la estabilidad mundial se degrada por momentos poniendo en peligro la paz. Un amplio arco que recorre el este de Europa, Oriente Medio, norte de África y Sahel vive en un creciente conflicto; una especie de gran incendio que parece extenderse día a día. Concretamente las últimas acciones del Estado Islámico nos han caído encima como una tormenta que no avisa y nos deja paralizados por el miedo. Hechos que nos han puesto delante de una tremenda amenaza a Europa y a Occidente y que por supuesto, afecta también directamente a España. Estamos probando sensaciones de vulnerabilidad e inseguridad ante las actuaciones de estos actores sin escrúpulos que no tienen miedo a morir matando y que son capaces de degollar a otros seres humanos con la misma frialdad que se degüella a una gallina.
No cabe duda que la brutalidad de los actos que hemos conocido recientemente tiene el sentido de inspirarnos cada vez más temor y paralizarnos. Esta cultura del miedo forma parte de la guerra de estos radicales.
La amenaza es global y es lógico que la respuesta tenga que ser global. Una gran coalición entre naciones se ha consolidado en la Conferencia de ayer en París y ha decidido su actuación para intentar frenar al Estado Islámico. Sin embargo la esperanza de que esto acabe pronto en mínima.
Son frágiles instantes los que vive la Humanidad. Nos hacemos preguntas que no tienen respuestas y es que la guerra es algo tan absurdo que no tiene explicación.
La guerra es una gran locura y a estas alturas de la historia lo que único que hace, aparte de generar muerte, es deshonrar al género humano.