Hay dos frases del cineasta, guionista y escritor sueco Ingmar Bergman que en esta etapa de mi vida me llaman especialmente la atención.
La primera habla de comunicación: “¿Beso? un truco encantado para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas.”
La otra frase habla de la vejez: “Envejecer es como escalar una gran montaña, mientras se realiza la escalada las fuerzas flaquean, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”
Son dos pensamientos de su edad madura. Murió a los 89 años. El cine le ayudó en su vida a hacer visible y a expresar de una manera hermosa su complejo mundo interior y su potencial creativo. Con los años fue creciendo su sabiduría y así lo fueron revelando sus películas.
El recuerdo de Bergman viene a colación por el encuentro de hace unos días con una persona mayor con la que mantuve una deliciosa conversación que me dejó plenamente reconfortado y enriquecido. Cuando me despedí de él quise expresarle mi agradecimiento por todo lo que me había enseñado en esas horas pasadas en tan agradable conversación. Él me respondió: “Estoy jubilado de un empleo pero no de la vida”. Y es que las personas mayores probablemente no tienen las fuerzas para hacer todo lo que hace el joven, pero aquello que hacen seguramente lo hacen mejor.
Es verdad que en la vejez, o en la llamada tercera edad, se van acumulando enfermedades orgánicas que limitan las fuerzas físicas, pero también es verdad que la experiencia de la vida aclara la mente y el corazón. Hace distinguir mejor entre el bien y el mal, se acierta más fácilmente sobre las causas de los errores y de los aciertos. Envejecer bien es seguramente un arte. Quizás como alguien ha dicho, es el arte de conservar alguna esperanza.
Manuel Bellido

por @mbellido

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