Entre las tantas contradicciones de la sociedad moderna, una de las que más pesa sobre la conciencia del planeta es la de una forma de producción y consumo que genera riqueza a corto plazo pero que implica devastación de los recursos de la Tierra y amenaza al sistema de vida futuro. Una manera de producir que tiene como objetivo usar, sin proteger e intentar desarrollar toda forma de vida amenazada.
Por otra parte, suena extraño el discurso idealista, utópico y a veces catastrofista de ciertos partidos ecologistas de izquierdas y movimientos verdes cuando hablan de sostenibilidad y en su exposición no conjugan armoniosamente economía y tutela de los recursos. Son los dos extremos.
Afortunadamente la crisis reciente no ha traído solo desastres económicos, ha dejado también en mucha gente la conciencia de que existe, además del capital económico, un capital espiritual y unos valores que propugnan respetar a la naturaleza, que incorporan autodisciplina y que hacen aflorar el instinto de la vida por encima de la destrucción sin sentido y de la muerte.
La Tierra no es un pozo sin fondo, no es un baúl de mago del que se pueden sacar infinitos recursos. La Tierra es un superorganismo viviente que no se puede explotar sin miramientos. Su equilibrio es tan sutil y vulnerable que se puede volver contra el hombre.
La actitud de respeto es personal, no podemos pedir una ética colectiva sin la particular, de cada individuo. Cada uno contribuye con su propia aportación a mantener el entorno. Posteriormente, la política local, regional, nacional o e internacional administrarán responsablemente el conjunto, con leyes que a otros niveles protegerán el medio de donde obtenemos agua, comida, combustibles y las materias primas con las que fabricamos las cosas que utilizamos diariamente.
Muchos de los retos que en estos momentos tiene planteada la humanidad están relacionados con la vida: cómo erradicar la pobreza, cómo producir y consumir respetuosamente, cómo gestionar los recursos naturales en las actividades económicas, cómo aportar seguridad alimentaria y agrícola, cómo generar energía, cómo reciclar, cómo hacer accesible, distribuir, conservar y gestionar el agua. Son desafíos para todo el planeta, no sólo para determinados continentes, naciones o clases sociales. Por eso, todos, en mayor o menor medida, estamos implicados. Se trata de una acción celular, ya que la responsabilidad es de cada uno, porque solo cada uno puede actuar sobre los propios hábitos y sobre el pequeño mundo donde se mueve. El conjunto de células sanas permitirá la existencia de un tejido sano, un conjunto de tejidos formarán un órgano, un conjunto de órganos un aparato y un conjunto de aparatos generarán un sistema, un sistema sano. La sociedad actual está dominada por un sistema que da escalofríos, es labor de la sociedad civil transformarlo.