En septiembre a vendimiar y en octubre a sembrar

Después de las vacaciones, se vuelve al cole, al trabajo, al congreso de los diputados, se inician coleccionables, se acude al gimnasio, se empiezan dietas de adelgazamiento, se ponen en práctica buenos propósitos que con el pasar de las semanas  quizás se irán perdiendo. Septiembre es un mes para empezar de nuevo, para iniciar nuevos proyectos, para recuperar un año que iba regular  o para culminar planes personales o profesionales.  Muchos sufrirán el síndrome postvacacional, sin embargo para otros, si el mes es soleado y brillante los mantendrá de buen talante. Según el refranero “Septiembre es frutero, alegre y festero” y es que en el imaginario y la memoria colectiva es el mes de la vendimia. A casi todos nosotros nos interesa el final de este proceso, es decir el vino y ya se sabe que el buen vino es oro fino, para el vendimiador, para el bodeguero, para las zonas vitivinícolas, para la economía de muchas regiones y por supuesto para los buenos paladares. Dicen los antiguos que aceite y vino son bálsamo divino.  Mi padre, buen jerezano, era un profundo conocedor de ese tesoro de la tierra; el vino de Jerez. De pequeño, me llevaba todos los años   a la  Feria de la Vendimia, un evento que a los largo de los años ha ido cambiando, aunque la esencia de la fiesta haya permanecido siempre la misma.  Recuerdo sobre todo la “Pisa de la Uva”. Delante de la fachada de la Catedral de Jerez, era un rito mágico que concluía con la bendición del mosto. Las mujeres luciendo el típico vestido de gitana, las cestas llenas de uva, la música, los aromas que se perdían en el aire… Un acto que siempre ha simbolizado el nacimiento del primer mosto para convertirlo posteriormente en el icono y la esencia del misterio de Jerez.  Septiembre me trae siempre estos recuerdos y cuando puedo me acerco a Jerez en estas fechas para disfrutar de tan hermoso y colorista acontecimiento.