Acabo de leer un pequeño libro de Harry G. Frankfurt sobre la manipulación de la verdad y la charlatanería que me ha traído a la mente escenas de la vida real, a las que asisto a veces como espectador y que no dejan de sorprenderme.

Las murmuraciones y las calumnias siempre me han producido una irritación silenciosa, junto a cierta desolación y desconcierto pero, con el paso de la edad, estoy optando cada vez más por encogerme de hombros para no perder aquella paz interior que tan necesaria es para vivir una vida equilibrada.

No pierdo la esperanza de que alguien experto en la materia me explique algún día las razones psicológicas que impulsan a personas aparentemente sanas a convertirse en verdaderos malabaristas del chisme y a distorsionar la realidad con tanto desparpajo y sin escrúpulo alguno.

La murmuración es y ha sido siempre un juego peligroso.

Al parecer para muchos se ha convertido en un auténtico hobby, que cocinan a diario con dulces o amargos engaños, con simples paparruchas o con mecanismos maquiavélicos y que, al fin y a la postre, terminan creando ‘malos rollos’, desgastes y, en definitiva, daño.

Acéptenme este pequeño intento de intromisión filosófica: estoy convencido de que los chismes complican aún más la convivencia humana cuando las informaciones, distorsionadas voluntariamente desde su nacimiento, van pasando en la cadena de comunicación de un sujeto a otro y cada cual las va desfigurando aún más según su antojo. La causa de esta metamorfosis en los hechos durante el boca a boca es comprensible si consideramos la predisposición natural de cada persona a focalizar los hechos según su estado de ánimo según la perspectiva desde donde mira habitualmente los acontecimientos.

Decía mi abuela, que no era filósofa pero sabía mucho de la vida, que los chismosos son como esos moscones que no se posan nunca en la parte sana de las frutas sino en las podridas.

Los medios de comunicación tampoco estamos exentos de entrar en ese resbaladizo juego de deformar la realidad creando con opiniones… ¿malintencionadas? y noticias no contrastadas aludes de desinformación. Se sabe que los aludes son avalanchas de nieve que se deslizan desde la cima de la montaña y en su caída se van ensanchando progresivamente hasta producir un desastre.

Diariamente desfilan ante nuestros ojos noticias que son -o por lo menos se les parecen mucho- rumores prefabricados u opiniones malévolas capaces de convertir a todas las anteriores en falsas o en nada, produciendo una enorme bola de confusión que se precipita sobre los lectores resignados desde hace tiempo a no saber quien dice la verdad.

Nadie puede ya extrañarse de la pérdida de credibilidad y lectores que hoy va afectando a algunos medios por su cambio de rumbo editorial, su falta de independencia y ética profesional y su consecuente dependencia de poderes políticos o económicos.

La dura digestión de esta ruidosa cotidianidad murmuradora y chismosa en la que vivimos nos encarcelará con tupidos tapaojos si no ejercemos la crítica madura.

La verdad; buscar siempre la verdad, nos hará libres.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com