En el oficio de escritor o periodista resulta imprescindible el constante y meticuloso aprendizaje de las palabras. En general, más allá de nuestra vocación o profesión, necesitamos conocer el valor, la esencia y la forma de las palabras. Dice el diccionario que la palabra es un sonido o conjunto de sonidos articulados que representan una idea, un monema que aparece en la escritura entre dos espacios en blanco. Las palabras pueden ser adjetivos, sustantivos, verbos, pronombres, adverbios, preposiciones, conjunciones… y a la hora de componer una frase hay que escogerlas con acierto y escrupulosamente. Palabras adecuadas, escogidas con esmero para expresar un sentimiento, pueden convertirse en talismanes. Si, por el contario, se descuida la elección, pueden desencadenar tormentas eléctricas.

Las palabras pueden provocar amistad o desencadenar enemistad, ser causa de luz o confusión, serenidad o perturbación, guerra o paz, ternura o desprecio, pasado o futuro. Las palabras tienen magia y poder de encantamiento.

Entre una palabra dicha o escrita y escuchada o leída hay una esfera y una especie de nube donde se genera algo nuevo que va mas allá de los subjetivo o de lo objetivo, es un lugar donde la fuerza de la palabra codifica o decodifica una emoción.

La forma y la esencia se unen en ese espacio para que emisor y receptor puedan o no establecer la relación correcta. Esa esfera es un silencio, una mirada, un gesto, un espacio en blanco. Un instante donde la palabra se lo juega todo. Destruir o construir. La palabra: es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.
A veces nuestros pensamientos no se logran expresar del mismo modo que volaban en nuestra mente, por tanto, cuando el pensamiento se hace palabra, ésta puede dar o no en el centro de la diana.

Los pensamientos tienen que encontrar el camino adecuado a través de las palabras para que surtan efecto. Y la consideración que tengamos de nuestro interlocutor condicionará la elección de las palabras; respeto, miedo, confianza, superficialidad son actitudes que hacen que dicha elección sea más o menos escrupulosa.

A veces, la superficialidad en el tratamiento provoca que nos consideremos absolutos y legítimos en nuestro razonamiento y de consecuencia las palabras podrán también fluir sin miedo a herir, confundir o dañar.

El otro, el receptor, el lector siempre nos condicionará o tendría que condicionarnos.

Saber comunicar con claridad y asertividad para ser entendido depende de la elección de las palabras.

Las palabras son una fuente inagotable de conocimiento y de sabiduría si se apuesta por escudriñar sus orígenes y procedencia, su historia, las diferencias con otras similares, su forma, su posición y orden en un texto. Muchos piensan que las palabras no hacen otra cosa más que ocultar la realidad, y así las escogen y las utilizan. Sin embargo, las palabras pueden servir a la verdad y a fin de bien, pueden ser como el sol después de la tormenta. Juan Luis Vives decía que no hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras.

Manuel Bellido
bellido@mujeremprendedora.net
https://manuelbellido.com

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com