«Estando un andivino en la plaza pública diciendo la «buenaventura», se le acercó un vecino y le dijo que habían entrado unos ladrones en su casa y le habían robado todo lo que tenía. Al oir tal noticia el adivino, turbado y lloroso echó a correr a su casa. Viendo esto la gente, le decían: «Hombre, ¿no ofreces adivinar la suerte de los demás? ¿Pues cómo no has sabido adivinar la tuya». Pepe, me cuenta la moraleja: los que no saben dirigir sus propios asuntos, no están en disposición de dar consejos. ¿Sabrá el pulpo Paul, el oráculo animal del acuario Seelife de Oberhausen en que plato terminará cocinado?
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