He tenido ocasión de disfrutar de viajes en casi todos los continentes y cada vez que he visitado por primera vez una ciudad he tratado de seccionar en ella los espacios para la cultura, para el ocio, para pasear, para la religión o para la comunicación. He buscado su natural o artificial organización.
No todas las ciudades están planificadas para contener todos estos espacios armonizados, pero todas tienen algunos de estos que destaca de manera excepcional. Siempre hay algún barrio original, alguna zona monumental, algún palacio antiguo, alguna iglesia o convento que deslumbra por su belleza, algún edificio cuya arquitectura moderna sorprende, algún parque o jardín o alguna zona de ocio que hace presumir a sus habitantes.
En todas hay algo que el poder político ha impuesto incluso pisoteando la postura estética, pero ninguna ciudad se deja avasallar del todo. Ellas se resisten y sobre lo puramente urbano destaca lo que la Historia ha dejado como patrimonio. Ninguna, es por tanto, totalmente invisible, todas tienen algo que despunta. Todas tienen algunos espacios donde es posible el privilegiado intercambio espiritual de sensaciones y de belleza con la Historia.
El paisaje inevitable de asfalto, de contenedores de basura, de fachadas descoloridas, de barrios sin personalidad, de semáforos y de tráfico se rompe de vez en cuando con alguna huella del pasado, con el verdor de una zona apacible, o con algún símbolo de la ciudad idealizada. Todas las ciudades proyectan siempre imágenes del pasado y tembién del porvenir. Los restos de patrimonio histórico dan cuenta de quiénes fuimos como sociedad y cómo fuimos capaces de evolucionar. La nueva urbanización de las ciudades en expansión descubre ejes donde el espacio se irá organizando según las nuevas tendencias de la vida social. Desaparecen los barrios de gremios y artesanos y nacen los polígonos industriales, desaparecen las tiendas y llegan las grandes superficies, desaparece la cercanía del vecindario y una muchedumbre de solitarios anónimos invade las calles y los edificios. A veces el malestar nos invade porque el «dorado» a pesar de la crisis siguen siendo los metros cuadrados para la especulación. A veces cierro lo ojos y recuerdo mi niñez en mi Jerez natal, allí la convivencia ayudaba a la supervivencia. Desgraciadamente hoy en muchas grandes ciudades la supervivencia no contempla la convivencia.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com

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