Qué bonito es el cine y cuánto me han hecho soñar desde mi adolescencia Bogart, Bacall, Grant, Wayne, Stewart, Hepburn, Stanwyck, Lemmon, los Marx… Hoy también lo consigue. Ayer he vuelto a ver la película Fitzcarraldo. Me la regaló mi amigo Vicente López y, de vez en cuando, me la gozo porque siempre me trasmite algo nuevo. Es un film alemán coproducido por Perú. Su director, el controvertido Herzog, la rodó en 1982 y cuenta la historia de Brian Fitzgerald llamado Fitzcarraldo, un enamorado de la ópera que decide construir el gran teatro de Iquitos en plena selva amazónica. Como un loco se pone a buscar dinero y consigue hacer fortuna en el negocio del caucho. Su plan para conseguir el objetivo es transportar un gran barco fluvial por el Río Amazonas y, en la superación de todos los obstáculos, debe incluso llevarlo fuera del agua, por encima de un monte, con la ayuda de los indios. Una empresa que, a ojos de gente normal, resulta absolutamente impensable. Un film cargado de peligros reales para los protagonistas y en especial para Klaus Kinski, cuya interpretación es magistral. Este hombre logra salvar todas las dificultades, algunas increíbles y, finalmente, logra representar una obra en plena selva peruana. A Caruso lo escuchan hasta los nativos.
Fitzcarraldo lo arriesga todo por una idea. Su imaginación y perseverancia son asombrosas. Realmente no hay obstáculos que no se puedan superar para quien cree en algo y compromete en eso sus capacidades y fuerzas.

por @mbellido

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