Más de 600 muertos, más de 10.000 heridos, más de 200.000 personas sin techo. La Tierra ha vuelto a temblar. Esta vez en China, en la provincia occidental de Qinghai. El epicentro se localizó a 33,1 grados latitud norte y 96,7 grados longitud este en el distrito de Yushu, en la prefectura autónoma tibetana de igual nombre. El centro del seísmo fue en el pueblo de Rima, en el municipio de Shanglaxiu, a unos cincuenta kilómetros al oeste de Jiegu y a unos ochocientos kilómetros de Xining, capital de la provincia de Qinghai. Y el balance de los afectados sigue subiendo. La zona es vastísima y aislada por lo que cuesta conocer con exactitud el alcance del desastre. Falta de todo y lo peor es que es muy difícil distribuir la ayuda por la falta de carreteras. El oeste de China, con grandiosas cadenas montañosas como el Himalaya, es una zona de abundantes sacudidas. Ya el terremoto que ya devastó grandes áreas de las provincias de Sichuan y Gansu el 11 de mayo de 2008, dejó además una profunda huella en muchos que perdieron a sus familias, sus hogares, sus escuelas y muchas de las cosas que formaban parte de sus vidas.
Después del terremoto de enero en Haití, las actividades humanitarias han evitado una crisis más grave, pero todavía queda mucho por hacer. Y ahora es China la que necesita la solidaridad de todos. La disposición de muchas ONG y países a prestar la asistencia que consideren necesaria los gobernantes chinos es indudable. Lo que sería bueno saber es si el Gobierno de Pekín admitirá y dejará que llegue esta ayuda desde el exterior para aliviar tan graves daños o preferirá seguir con su política de control sobre todas las aportaciones externas.

por @mbellido

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