Hoy nos enterábamos de que el ex empleado de la CIA que filtró el espionaje de las telecomunicaciones del Gobierno de EE UU, Edward Snowden, acusaba al gobierno de Washington de estar tratando de intimidar al de Hong Kong para que lo extradite y que hará todo lo posible para impedir que nuevas informaciones sensibles se conozcan y vean la luz. El caso de este ex empleado de la CIA que ha desvelado cómo el Gobierno probablemente «siempre nos está vigilando» y otros casos que están saliendo a la luz en los últimos meses, están provocando muchos interrogantes en la ciudadanía.
Interrogantes que se extienden en el ámbito de internet y mucho más allá. Son muchas las cuestiones que empiezan a plantearse los ingenuos navegantes de la Red, los usuarios de las redes sociales y los amantes del shopping online.
Infinidad de preguntas se empiezan a plantear todos aquellos que creían ser libres y quizás no lo son del todo, todos aquellos que creían pasar desapercibidos y sin embargo alguien conoce de ellos vida y milagros, todos aquellos que creían mantener una cierta “privacy” y sin embargo son observados hasta en los más mínimos detalles.
Muchos de los que por trabajo o afición viven atrapados en la red y que la consideraban democrática y libre, comienzan a pensar que tras las buenas apariencias se esconden unos poderes que a menudo deciden por la gente y en algunos casos en contra. ¿Hasta dónde penetra la mirada del “Gran Hermano”?
Con estas noticias da la sensación de que vivimos a la intemperie en el ámbito de nuestras comunicaciones; sin protección alguna. Las huellas de los comportamientos de los ciudadanos rastreadas en los buscadores, en los correos electrónicos, en los chat, pueden generar en ciertos centros de poder la elaboración de estrategias para la reorientación de nuestras costumbres de vida. Una guerra entre poderosos y débiles que deja a estos últimos en un estado de desnudez total, expuestos a la operativa de instrumentos que recogen millones de informaciones en esa gran base de datos que es la red de redes, nacida un día con la promesa de una gran democratización y convertida presuntamente en un implacable instrumento de control. Como ha denunciado Julian Assange en un libro después del escándalo de WikiLeaks, es probable que Internet se ha convertido en nuestro enemigo. Si además, y volviendo al caso que denunciaba Edward Snowden, ese control también se lleva al ámbito de las comunicaciones telefónicas es ya el colmo. Los hilos del poder son casi siempre invisibles y a menudo, estas radiografías que se hacen de los ciudadanos a través de las comunicaciones sociales no son útiles solamente para derrotar al terrorismo, sirven también para proyectar operaciones ocultas, crear riqueza o miseria, manipular masas y cambiar estilos de vida. La sociedad actual vive una crisis cultural y de valores, y no solo en Occidente. Es un momento de cambios históricos, donde es necesario promover una cultura de solidaridad y de unidad, capaz de poner en el centro de los intereses al ser humano. La civilización global se merece caminar por derroteros de libertad y «La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio al otro.»