De forma inevitable llegó enero y de forma inevitable ha llegado el 2000. Las fiestas han pasado con unas cuantas cosas buenas y con unos cuantos alicientes extras. Nos queda el empacho fin de siglo, alguna que otra indigestión o trompa de cava y las colonias y las corbatas que con tanto cariño nos han vuelto a regalar otra vez. Después de tanta celebración, y con el ansia que nos produjo encender nuestro ordenador el día 1 y comprobar que seguía funcionando, nos hemos encontrado pronta e impensadamente, o sea de improviso y de sopetón, delante de una cuesta, “la cuesta de enero”. Todo sigue igual y al mismo tiempo todo ha cambiado. El 2000 no ha traído debajo del brazo esa varita mágica que usan los magos y prestidigitadores para sorprendernos a todos. Si ha traído la sensación de que la famosa globalización se decanta, cada vez más, como un pulpo situado en el centro del tablero del ajedrez económico mundial, que se hace cada año más grande y que, con sus tentáculos, es capaz de moverlo todo, lanzando coletazos demasiado bruscos desde las alturas y afectando al ritmo cardiaco de nuestras pymes. La “cuesta de enero”, por tanto, se ha hecho más empinada porque ha vuelto a cambiar el escenario haciéndonos sentir como funanbulistas que pueden perder el equilibrio a cada paso sobre la cuerda. Y es que, para subir estas “cuestas”, tenemos que ir preparados, no podemos tener visión corta o unifocal.

El empresario no es un explorador. El explorador es un ser absolutamente ilógico. No conoce nunca el momento en el que hará un descubrimiento extraordinario. El empresario, sin embargo, tiene la capacidad para estudiar un problema desapasionadamente, para analizar los hechos y saber sopesar costes y beneficios. Todas éstas son cualidades mentales atemporales y universalmente aplicables. Y todos los empresarios comparten la sentida convicción de que el pensamiento y la acción deben ser lógicos y objetivos.

Pero, ¿qué distingue a un empreario alemán de uno inglés, o a un español de un noruego?. Efectivamente, la cultura empresarial de cada país es distinta y se basa en elementos y matices diversos. Lo estamos constatando desde que iniciamos a pisar un terreno económico único en Europa. La UEM y la libre implantación e intercambio de empresas en todos los territorios nos está haciendo convivir con otras culturas empresariales. Incluso a nuestra propia empresa, gracias a la expansión natural, le puede tocar como dice el proverbio nacer en Granada y morir en Bustillo o en Londres, o en Dinamarca. Todo eso nos hace codearnos con culturas empresariales distintas.

Estos contactos entre modos distintos de pensar y de operar empresarialmente y las influencias recíprocas entre distintas culturas es benéfica. Se tratará, por tanto, y una vez más,de buscar lo positivo de cada modelo, hasta llegar a una buena síntesis, para avanzar y evolucionar. Quedarnos anclados en los senderos actuales está fuera de lugar. El camino a recorrer nos habla de una UE fuerte y jugando un papel decisivo en el tablero de ajedrez económico mundial.

Reconocer, averiguar, inquirir lo mejor de otras culturas empresariales europeas puede ser una buena meta para el 2000. ¿Consecuencia?. Nos aportará ideas afortunadas, que se podrán convertir en directrices estimulantes y en crecimiento. Estaremos colaborando a desarrollar esa cultura empresarial europea, síntesis para el nuevo espacio ecnonómico que nos espera.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com