Sexo. Escribes esta palabra en Google y aparecen 94.000.000 de páginas, casi todas de perfil pornográfico. Vas por la calle, enciendes la TV, vas a una exposición de arte moderna o fotográfica y las retinas se llenan de faldas cortas que enseñan piernas largas sobre tacones altísimos, miradas lujuriosas, labios suculentos, curvas y más curvas, etc., etc., etc. Y, sin embargo, todo este exhibicionismo y parafernalia erótica no se relaciona a un conocimiento decente y coherente de la sexualidad humana. Así lo dicen los especialistas, los estudios y las estadísticas. Es increíble comprobar como muchas personas pierden la brújula ante un aspecto tan sustancial e importante de la vida.
Los medios de comunicación recorren a menudo a “expertos” para fabricar programas atractivos y que aviven las audiencias, pero el resultado, la mayor parte de las veces, es francamente reduccionista y banal. Cuando el conocimiento sobre el sexo se reduce a las posturas del kamasutra, al alargamiento del pene o a la reconstrucción de himen vendrían ganas de aconsejar la lectura de filósofos como Platón para conocer algo más en profundidad el tema. A menudo en el encuentro sexual se corre el riesgo de quedar atrapados en la propia subjetividad y egoísmo, en la imposibilidad de encontrarse con la realidad del otro, y el deseo sexual se convierte en algo cerebral, con efectos de borrachera. Se sabe que empaparse de alcohol aísla y hace sentir profunda soledad.
Por alguna parte del Simposio o Banquete, (en griego antiguo Συμπόσιον, Sympósion) un diálogo platónico compuesto hacia 380 a. C. que versa sobre el amor.) Platón escribe que “el Eros no es otra cosa que el anhelo del hombre que busca su propia perfección, la totalidad de su ser”. En sus paginas se dice que el hombre originariamente era esférico, con 4 brazos, 4 piernas, dos caras y había tres sexos: el masculino, descendiente del sol, el femenino, descendiente de la tierra y el andrógino descendiente de la luna que participaba en ambos. La arrogancia de estos seres provocó la ira de Zeus que para someterlos los dividió con su rayo, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida. Las tres formas del amor sexual quedan así explicadas: los heterosexuales son descendientes de seres andróginos y los homosexuales provienen de seres completamente masculinos o femeninos. Ahí es donde se origina el Eros. Cada uno busca su otra mitad, cuando se encuentran dos mitades que originariamente estaban unidas surge la alegría del amor.
El discurso de Platón se centra fundamentalmente en la naturaleza de Eros para pasar a describir sus dones a los hombres.
Se describe a Eros a través de las cualidades que definen a la persona digna de ser amada: Eros es bello, justo, fuerte, templado y siempre ocupado de la belleza.
Mediador entre los dioses y los hombres, Eros interviene al límite de lo humano donde la atracción amorosa intenta desbaratar la barrera que se alza entre dos subjetividades cerradas. Abandonándose en esta fusión, que es fusión entre dos totalidades, no solo entre un pene y una vagina, quizás se puede restituir el sentido al sexo. Evidentemente no es solo una cuestión de cuerpos, es la búsqueda de una plenitud que deje huella en la memoria y paz en el alma.
Manuel Bellido

por @mbellido

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