Oigo su voz en la penumbra del alba, cuando mis ojos se abren lentamente para percibir el inicio de un nuevo día, también la oigo cuando han caído ya sobre mis sentidos las sombras de la noche. Es una voz que proviene de algún lugar donde mora el juicio de la razón y que en algún momento, previo al inicio de mi existencia, grabó en mí la ley natural para que pudiera discernir siempre lo conveniente y lo inconveniente. También mis padres, formaron durante mi infancia, día tras día, una actitud que me impulsara en la vida a buscar la verdad y obrar proporcionadamente al bien. También, don Juan Manuel, un buen profesor en mi adolescencia, me ayudó a comprender que con la experiencia y los años aprendería a afrontar mejor las circunstancias, una voz me acompañaría siempre para aprobar o reprender todos mis actos.
Es la conciencia.
Esa voz capta siempre mi atención para ocupar deliberadamente todo mi ser y sacudirme e interrogarme en todo lo que hago.
Es como un catalejo que me permite distinguir las fronteras visibles del bien y del mal. A golpes de miradas indago en mis actos presentes y, a veces, también en los pasados, aunque algunos se quieran hundir en la niebla primordial del olvido. En ese horizonte me paro a veces con la profunda aspiración de reescribir o corregir. Sin embargo cada recuerdo concluye en su propia sombra, incrustado, cada acto, en una lápida de piedra, y esculpidos de tal manera que su cancelación es imposible. Lo vivido, vivido está. Ni reescribir ni corregir se puede.
Y la vida sigue a la intemperie de las quietudes y de las tempestades, transitando por la morada terrestre con la vista puesta en el país celeste, conversando en silencio con esa voz que todos llevamos dentro, extrayendo de cada reflexión ese brillo repentino que nos hace exclamar que vale la pena vivir y seguir viviendo.
No podemos rescribir ni corregir. No existe el regreso al pasado. Podemos sin embargo aprender a distinguir en nuestro camino cotidiano la ortiga y la cizaña para no dejarlas ni avanzar ni crecer. Podemos cultivar flores, una por cada acto vivido en conciencia y anteponiendo la bondad al egocentrismo. Aunque veces llueva, granice o diluvie, nuestros día podrán ser un hermoso jardín.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com