Entiendo porque en estos tiempos los políticos se esfuercen tanto en construir relatos y por eso comprendo también que últimamente   el lenguaje se haya convertido en uno de los elementos fundamentales a partir del cual pensar y decidir.

Me muevo últimamente en un contexto de relaciones donde importa debatir y se debate mucho sobre cuestiones de ética: la bioética, la eco-bioética, y también la ética social, que es justamente uno de los temas que debilitan o enriquecen nuestro tiempo.

Creo no equivocarme cuando pienso que el protagonista que condiciona para bien o para mal la ética social es el “yo” de cada uno, ese famoso sujeto que todos llevamos dentro, enriquecido por la generosidad o empobrecido por el egocentrismo que interpreta el mundo a su alrededor y lo obliga a actuar. De este modo se provocan situaciones, a todos los niveles, donde los vínculos y las relaciones se basan sobre el respeto mutuo y fraternal o sobre el egoísmo más materialista y ególatra.

No haría falta desarrollar una moral con fundamento teológico para incorporar y considerar en las relaciones sociales el respeto hacia el otro o la consideración de dignidad en las otras personas, porque en la última etapa de la historia se ha insistido mucho en los derechos humanos; plasmados en manifiestos, tratados y constituciones, son, como se sabe, derechos que tenemos básicamente por existir como seres humanos, inherentes a todos, con independencia de la nacionalidad, género, origen étnico o nacional, color, religión, idioma o cualquier otra condición.

Por supuesto, hay un plus que se añade a la ética cuando esta se abre a la consideración de un Dios que es Padre y que de consecuencia nos hace hermanos.  

Por otra parte, creo que la sociedad tendría que reconocer y asumir más el aporte específico de la Mujer por su naturaleza.

Por el enriquecimiento que muchas mujeres han dado a mi vida he ido asimilando que la mirada femenina atiende en manera particular a lo afectivo. Siempre me ha llamado la atención como la mujer, más que el hombre, da importancia a los vínculos y a las relaciones.

Tampoco puedo dejar de aludir al arte. Pintura, escultura, música, poesía… son ventanas que nos abren a otra dimensión. El arte abre el horizonte a partir del cual uno puede volver a pensar. Por eso muchos sostienen que el arte precede a la filosofía.

Ni la ética, ni el poder transformador de lo femenino, ni el arte son elementos que enriquezcan la vida política de nuestros días. Por tanto, merman el sentido de la justicia, que tendría que ser virtud característica de la política y el sentido del bien común. Si a esto se le añade la falta de otras virtudes como la prudencia o el sentido común, nos enfrentamos a gobiernos débiles o populistas sin otro rumbo que mantenerse en el poder.

Ante estos signos de los tiempos no podemos seguir viviendo como si nada pasara. No basta con votar una vez cada cuatro años. A parte que ya nos vamos acostumbrando a que, votemos lo que votemos, algunos pícaros y desvergonzados políticos hacen con nuestro voto lo que les da la gana.

No se puede dar por sobreentendido nada, nada puede pasar ante nuestros ojos sin ser reflexionado; incluso nada pensado por otro, por genial que sea, debe dejar de ser repensado por uno mismo.

Concluyendo, me viene a la mente una frase de Sir Francis Bacon: «Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde».

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com