Muchos somos los que coincidimos en pensar que la actual crisis económica internacional no puede ser analizada sin tener presente la de 1929. Analogía existe ya que aquella, como la de ahora, tuvo origen en Estados Unidos. Una crisis en las finanzas que desemboca en otra generalizada de naturaleza económica. Y de nuevo, como en aquella ocasión, se trata de un fenómeno global, la línea que separa finanzas y economía es cada vez más sutil, los problemas se agudizan y no hay amortiguadores que la salven.
Otra curiosidad que no podemos perder de vista es que la crisis del 29 llegó después del desvanecimiento de un orden mundial sostenido entonces por cuatro imperios que perdieron fuelle y protagonismo después de la primera guerra mundial. También ahora podemos trazar un paralelismo en cuanto a que esta crisis llega después del derrumbe de un orden bipolar que estaba establecido en el mundo. Quizás con algunos años más de diferencia que en aquella ocasión. Son detalles más que significativos que nos hacen comprender la profundidad de una crisis que no es solo económica y que pernea lo político, lo social y lo moral. Seguramente la crisis ha puesto de relieve muchas dudas sobre la actual capacidad para gobernar sociedades cada vez más complejas por parte de ejecutivos nacionales. El actual modelo de sociedad secularizada está lleno de límites y vive carente de valores para dar sentido a la dinámica social.
En España la situación se agrava porque se le añade a la crisis global otra de carácter interno, provocada por la incapacidad del actual gobierno de desarrollar una política económica, fiscal o laboral destinada a resolver los problemas reales de los ciudadanos. El Gobierno de Zapatero, desde que llegó a la Moncloa, trabaja por resaltar lo que divide a los españoles. Es incapaz de realizar un mínimo esfuerzo por labrar un camino con propuestas e iniciativas que nos unan. Extraña estrategia, que parece estar basada más en rencores personales que en altura de miras de un hombre de Estado. Mientras tanto, los españoles siguen y seguirán rechazando esas medidas demagógicas que sirven solo para llenar la media hora de NODO en la que se han convertido los telediarios. Se traga cada vez menos con soluciones ideológicas, conformistas, o parcheadas. La ciudadanía comienza a reclamar la aceptación de sacrificios económicos y morales a cambio de un Estado sólido y bien posicionado en Europa y en el mundo. El túnel de la crisis es profundo y oscuro y los españoles no quieren seguir en él. El ex presidente del Gobierno, Felipe Gonzalez, aseguraba días atrás que España ya «ha tocado fondo» en la crisis económica mundial pero puede «arrastrarse por el suelo durante 10 años» si no toma decisiones. ¿A que estará esperando Zapatero?

Manuel Bellido

por @mbellido

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