Hacía muchos años que no se veían manifestaciones masivas de protestas en Brasil. Una protesta que cobra cada día mayores dimensiones. Manifestaciones en Sao Paulo, en Brasilia, Rio de Janeiro, Belo Horizonte, Fortaleza, El Salvador…  Se rebelan contra el aumento de los precios de los transportes públicos, contra las inversiones millonarias que se están haciendo para los Mundiales de futbol y para la Copa  Confederaciones. Una ola de rabia que crecía poco a poco en los ultimes meses y que ha estallado y ha invadido las calles de Brasil. La ex guerrillera marxista Dilma Rousseff que ahora preside el país ha pretendido desde un primer momento mostrar su comprensión a los movimientos de protestas que piden cambios,  llegando a declarar que ella también intenta corregir muchas de las injusticia históricas que ha sufrido Brasil y que ahora denuncian los manifestantes. La presidenta trata de alguna manera de calmar las aguas: “Estas voces de la calle tienen que ser escuchadas” En realidad trata de ganar tiempo, sabe que el momento es muy delicado y que los focos de todo el mundo, de las potencias extranjeras y de las instituciones internacionales apuntan a este país emergente al que Luiz Inácio Lula da Silva inyectó en su día orgullo y confianza garantizando a los poderes económicos grandes beneficios y a las clases más indigentes recursos para salir de la pobreza. Durante la ceremonia de inauguración de la Confederations Cup dio la sensación de que Dilma Rousseff está perdiendo apoyos y poniendo en peligro su reelección y la del Partido de los Trabajadores el próximo año. Un partido que llegó al poder hace una década con un mensaje de cambio y ahora asiste a una revuelta en las calles pidiendo mayor participación ciudadana, mejores escuelas, mejores hospitales, menos  corrupción y más control sobre el dinero público. Las televisiones hoy ofrecían escenas de vandalismo en Rio y Porto Alegre  e imágenes de la policía usando gases lacrimógenos, gas pimienta y proyectiles de goma para dispersar a manifestantes, que lanzaban objetos y piedras, algo que en lugar de apaciguar las movilizaciones la han encendido aún más.  El anterior presidente de Brasil hizo una carrera política meteórica dirigiendo protestas y huelgas masivas liderando el Partido de los Trabajadores. Hoy  una nueva clase media que ha crecido considerablemente durante el apogeo económico de la última década despierta y vuelve a tomar la calle al grito de «el pueblo se despertó» para pedir a la clase política responsabilidades, honradez y coherencia. Brasil tiene que renovar sus infraestructuras, terminar con las rigideces sociales, dar vida y flexibilidad al mercado trabajo y controlar la corrupción política. “Brasil no es ya la máquina de desarrollo que ha sido en estos años – como ha escrito la revista Forbes recientemente – Los días del dinero fácil y rápido se han ido” Las últimas cifras del PIB muestran que está creciendo solo al 1,9 %. Demasiado poco para un gigante que sigue soñando un gran milagro y un gran futuro.

por @mbellido

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